El pasado sábado por la mañana tenía tareas personales que atender en el centro de Villahermosa. Trabajar en ese fin de semana no era una opción para mí. Antes de las 9:30 am de ese día algo pasó en Tula Hidalgo que cambiaría radicalmente mi programa en Villahermosa. El teléfono sonó y la voz apremiante al otro lado de la línea, que por cierto venía desde Coatzacoalcos Ver., me desencaramó violentamente de mi sueño y de mi cama. Tienes que estar en Tula hoy, me comunicó con ceremoniosa frialdad aquella voz que presagiaba tormenta. Gladis, acostumbrada a los desplantes que, un día sí y un día no, nos hace mi muy voluble trabajo, me pregunto:
-¿Ropa para cuantos días?
-Para una semana, respondí con el tono del que ya no quiere queso...
-¿Ropa de trabajo, ropa formal o ropa informal?
-Tres mudas de ropa de trabajo y dos mudas de ropa informal. Esta vez no me apetecía vestirme de Sr. Godínez.
A las 7 pm estaba pisando tierra en Tula de Hidalgo y de allí arranqué directo y sin demora a ver el asunto que me trajo tan a la pela vacas desde Villahermosa. Casi al terminar el día, como a las 11 pm, caí en la cuenta de que había olvidado mi cepillo de dientes en casa. Por razones que desconozco, en Tula tuve que bañarme con agua fría durante tres días seguidos con una temperatura ambiente de 6 grados Celsius. El miércoles, mientras viajaba al D.F. me sentía afortunado de no haber pescado una pulmonía con esos terribles baños que me dejaban el cuerpo entumecido por espacio de varios minutos. Dos días en el D.F. y cuatro baños con agua caliente fueron suficientes para hacerme un mal en las vías respiratorias. El viernes, recién llegado a Villahermosa, lo primero que hicimos Gladis y Yo antes de llegar a casa, fue visitar al doctor. Ahora, en este nuevo sábado, 7 días después de aquella ingrata llamada, el único plan que tengo es seguir al pie de la letra las indicaciones del médico.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario