Gladis pasó la primera mitad de la semana lamentando haber ido al dentista. El doctorcito le practicó la endodoncia la semana pasada sin darse cuenta que la infección aún no cedía.Señora, le coloqué una pasta especial para cambiarle el medio a las bacterias –comentó el doctorcito tratando de aparentar tenerlo todo bajo control. Esto ayudará a que las bacterias se encabriten y mueran de puro berrinche (claro, él lo dijo con palabras eruditas) ¿Entonces no ha terminado Doctor? –preguntó Gladis con la esperanza de que lo oído fuera producto de un eco venido de otro lugar. No –respondió el doctorcito mientras se reclinaba en su asiento de ilustrado. Y continuó diciendo con aire íntegro –No quiero que después se acuerde de mí por haberle hecho un trabajo de mala calidad. Yo, entre tanto, contaba del uno al diez en forma pausada, como marcan los cánones de las buenas costumbres y el buen gobiero. Cualquier esfuerzo era bueno para evitar que mi lengua adquiriera en ese momento una forma viperina, aunque el doctorcito, desde mi punto de vista se la había ganado a pulso. Celebré cundo Gladis se levantó del asiento para dirigirse a la salida. Justo a tiempo –pensé, y es que las palabras filosas que luchaban por salir de mi boca estaban por ganar la batalla. El domingo en la madrugada Gladis no soportaba el dolor. El lunes amaneció con la mitad del rostro hinchado y con la apariencia igualita que la del hombre elefante. Ese mismo día se fue a la clínica de Pemex. El dentista que la atendió no estuvo de acuerdo con la plasta que le puso el doctorcito. Los gases no tienen para donde escapar por eso el dolor y la hinchazón aumentaron considerablemente –le dijo el galeno a Gladis. Conozco al doctorcito ese (claro, aquí se refirió por su nombre) y no me explico por qué decidió hacer esto. Sin tardanza quitó el tapón de la muela que tenía a Gladis encabritada y a punto de morir de puritito berrinche (en esto el doctorcito no se equivocó). A media semana la inflamación había disminuido en forma considerable. Para el jueves desapareció el dolor y por fin pudo comer con normalidad. Pero lo mejor de todo fue que recuperó su característica disposición por el buen dormir. Lo que más lamentó de todo fue no haber podido asistir al hospital a acompañar a su hermano Lucio que en esta semana se convirtió en un flamante papá primerizo. Fue niña y su nombre es Constanza pero todos le dicen Conny. Lucio está tan esponjado y orgulloso que apenas lo contiene su cuerpecito.
1 comentario:
de verdad que causan muchos problemas las muelas y màs esas que pueden ser desconocidas "LA MULA MOLAR" pero espero que pronto recupere la salud Gladis antes que de verdad termine como el hombre elefante y asi pueda gozar de su faliciad completa, ya con el solo hecho de no tener ese espantoso dolor es una gran felicidad
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