Hace días mi hijo me comunicó por teléfono que había encontrado entre las hojas de un viejo libro una carta que mi madre escribió hace muchos años. Le dije que eso era improbable debido a que ella era poco adepta a escribir. Mi hijo replicó que tal vez alguien escribió por ella ya que el remitente no dejaba duda, tenía el nombre de mi madre. Le solicité que me la enviara escaneada en la primera oportunidad. Sabedor del carácter olvidadizo de Pedro pensé que hasta ahí llegaría el asunto. Me equivoqué. Hoy leí lo que mi madre pensó decirme hace 25 años. La carta está fechada el 24 de julio de 1984. Su mensaje me llegó nítido a pesar de los muchos años transcurridos. Me abrumaron las emociones mientras avanzaba en la lectura de esta capsula del tiempo. Mi pensamiento se echó a volar por un instante hasta aquel lejano pasado ayudado por esta inverosímil máquina del tiempo. Vi a mi madre sentada en el extremo del sofá viendo por televisión su programa nocturno favorito: Para Gente Grande conducido por Ricardo Rocha. A su lado estaba su hijo Mario de 25 años recostado en el otro extremo con ambos pies en su regazo.
Visitas de la última semana
miércoles, septiembre 30, 2009
lunes, septiembre 28, 2009
Futuro incierto
Vivimos tiempos difíciles. Los cambios suceden rápido sin darnos tiempo de acomodarnos a las nuevas condiciones. Tenemos en puerta el cambio climático global responsable de provocar el recrudecimiento de inundaciones y sequias en el país, estamos siendo testigos de uno de los peores colapsos económicos de la historia que ha recrudecido la pobreza en el mundo, ha surgido una nueva cepa gripal clasificada ya como pandemia y que se ha esparcido con rapidez en ambos continentes, estamos siendo víctimas de depredadores que se llaman a sí mismos hombres de estado cuyo código moral parece estar basado en los siete pecados capitales, estamos inmersos en una violencia fratricida cuyo número de víctimas ya es posible comparar con cualquiera de las 2 guerras revolucionarias del siglo pasado, nos invaden los inteligentes prohombres encargados de hacer política y que han dividido al país en dos bandos: buenos y malos, donde cada uno se alza como dueño de la verdad o la razón ¿o debería decir artimaña? Estamos siendo testigos del resurgimiento de grupos radicales o fundamentalistas que le apuestan a la violencia o al caos como medio de alcanzar su fin, están surgiendo otra vez países que se dicen no alineados como Corea del Norte, Venezuela e Irán que están reforzando su aparato bélico y que gozan de no poca simpatía e influencia en sus respectivas latitudes, está también el resurgimiento del terrorismo internacional que se ha beneficiado del internet como medio de propaganda para sumar más adeptos a su causa. No es necesario tener grandes dotes de perspicacia para suponer que se está cocinando tras bambalinas un brebaje que puede resultar bastante amargo.
miércoles, septiembre 23, 2009
Contra toda resistencia
En ocasiones no tengo nada interesante que decir (en realidad casi nunca). Presiento que cualquier intento por transformar algunas ideas en palabras será algo muy complicado además de estéril. Pero bueno, aquí estoy, cumpliendo con mi cuota diaria de trabajo en el teclado aunque sin mucha gracia ni ánimo. Todo sea por postergar el alzheimer. Hoy terminó el día cerrando el telón con una tormenta de antología. Estaba en el trabajo cuando se desató la lluvia como a las 7 pm. Se dejó venir con una gran variedad de relámpagos y truenos, y con la furia e ímpetu suficientes como para sobresaltar hasta al más bragado. Cuando empezó a llover estaba en la oficina ante la PC dando los últimos toques a un informe, en ese momento escuché un fuerte estruendo al tiempo que la oficina quedaba en penumbras. Salí, caminé a obscuras por el corredor que me lleva a las escaleras que van a la planta baja, iba con la idea de llamar a Gladis para que pasara por mí al trabajo. Tengo que hacer esto cada que quiero hablar por teléfono porque en la planta alta en donde se encuentra mi oficina nunca hay señal. Me disponía a marcar cuando a escasos 20 metros de donde me encontraba vi una columna de fuego como de un metro de ancho (o así me pareció) que se abría paso cortando el aire en dirección al suelo al mismo tiempo que se dejaba escuchaba un terrible estruendo. Miré a ambos lados para ver si había alguien más que hubiera sido testigo del acontecimiento. Nadie más había en el lugar. Me lamenté, hubiera sido un buen tema de conversación: ¿Viste lo que yo? ¿Habías visto antes algo parecido? ¿Te imaginas lo que le hubiera hecho a alguien con la mala suerte de haber estado en ese lugar? Un par de minutos después muchos salieron de las oficinas llegando a donde me encontraba llevados por la inquietud que les había provocado el estrepitoso ruido que hizo cimbrar los vidrios de las ventanas. Todos se burlaban de alguien que venía con ellos y que se había sobresaltado tanto que había saltado como chapulín por el estrepitoso ruido. Y eso que solo escuchó el trueno –pensé.
sábado, septiembre 19, 2009
El zanate
Estas aves negras, de plumas casi azuladas, cuya forma es parecida a la del cuervo y cuya inteligencia es casi equiparable, son nuestros vecinos y visitantes frecuentes. Estos animales larguiruchos, con más plumas que carnes, tienen nuestro árbol de mango como cosa de mucha diversión. Las tardes de todos los días viene uno a uno a posarse en sus ramas hasta formar en su interior una parvada alharaquienta. Es difícil distinguirlos entre la hojarasca del árbol en el que permanecen perfectamente mimetizados con la ayuda de la obscuridad, la negrura de su color y el verdor de las hojas. La frondosidad del mango favorece su camuflaje quizá por esta razón lo han elegido como lugar ideal para sus algarabías. Gracias a esta invisibilidad, cuando miro el árbol no distingo más que un zarandeo constante de ramas y hojas que me da la impresión que el mango está bailando al ritmo de “dónde te agarró el temblor” de nuestro ídolo tropical Chico Ché. En temporada de mangos, los zanates se dan una atracada con esta fruta que es un gusto. En este año, la producción de mango fue muy buena y el suelo se tapizó varias veces de frutas bien maduras. Se me terminaron las fuerzas (y las ganas) de juntar mangos, situación que aprovecharon los zanates para darse la gran vida. Algunos de ellos no podían ni levantar el vuelo de tan gordo que llevaban el buche. Cuando la temporada de mango se termina, les da por robar la comida a niño y a patón. Cuando niño todavía podía ver (ya perdió casi por completo la vista) y los sorprendía sobre su plato de croquetas, se les echaba encima inmediatamente ladrándoles como poseído de un extraño maleficio. Estos inteligentes pajarracos, al verse asediados por el perro encolerizado, se turnan para molestarlo, aleteándole cerca unos, mientras otros le roban con todo descaro su comida. Luego, como las croquetas están muy grandes para tragarlas de un solo bocado, los muy ladinos vuelan con su botín en el pico para después posarse sobre el primer charco que encuentran. Ahí lo sueltan y esperan un tiempo razonable para que el agua lo ablande. De tiempo en tiempo lo picotean para comprobar su consistencia, y si no les satisface su blandura “al pico” lo regresan al agua. Esto se repite muchas veces hasta que la consistencia los deja satisfechos. Entonces, pedazo a pedazo lo engullen. Entonces vuelven por otro. Esto me divierte y me sorprende cada vez que lo veo. Lo que si no tolero es que se posen en el toldo del coche y dejen su “recuerdito” encima. No sé por qué les gusta pararse en mi coche. Tal vez sea el color. Es probable que confundan mi sedán de color azul marino con un zanate de grandes proporciones y quieran aparearse con él. Digo esto porque los he sorprendido sobre el toldo aleteando en forma extraña, como hacen algunas aves cuando tratan de cortejar a su hembra de preferencia. Definitivamente, no vuelvo a comprar otro auto de color azul marino.
Guayacán
Es su mechón amarillo
Su mejor presentación
Como artista del pincel
Tiñe suelos de color
Enhiesto se alza orgulloso
Luciendo rubio dosel
Ondulando su floresta
Cuando el viento sopla bien
Su melena de leonino
Sacude con intención
Narcisista como es
Siempre busca la atención
De su efímera belleza
Todos pendientes están
Y una semana después
Lo verde vuelve a mandar
Su mejor presentación
Como artista del pincel
Tiñe suelos de color
Enhiesto se alza orgulloso
Luciendo rubio dosel
Ondulando su floresta
Cuando el viento sopla bien
Su melena de leonino
Sacude con intención
Narcisista como es
Siempre busca la atención
De su efímera belleza
Todos pendientes están
Y una semana después
Lo verde vuelve a mandar
sábado, septiembre 12, 2009
Después de la lluvia
Ayer llovió en la noche y el agua llegó acompañada de truenos, relámpagos y de bastantes rachitas de viento fogosas y exaltadas. Durante la tormenta Gladis y Yo nos disputamos la regadera eléctrica que tenemos en la ducha porque es bien sabido que en estos berrinches de la naturaleza la energía eléctrica se asusta y corre despavorida dejándonos tiesos en medio de la negrura. Cuando esto sucede la colonia es iluminada solo por los breves destellos azulados de los relámpagos y por la luz anaranjada y titilante que los mecheros de Pemex tiene esparcidos en esta comarca. Afortunadamente esta vez la luz aguantó vara estoicamente y mantuvo firme su posición con el mismo celo con que lo haría un centinela de trinchera. Hoy la espesura amaneció despeinada. Los tallos y ramas aparecen desordenados y es difícil ver uno medianamente recto. El viento estuvo de fiesta –pensé. En la carretera pude observar retazos de enramada esparcidos en el asfalto. Un sembradío de maíz de apenas un metro de altura mostraba áreas circulares con milpas acostadas totalmente horizontales. Si Jaime Maussan viera esto segurito arma un buen reportaje. Infinidad de charcas se mostraban en cada depresión del terreno luciendo una superficie salpicada de hojas y ramas dando la impresión de ser grandes platos de sopa con su respectiva guarnición de vegetales. La escena de unas charcas formadas en los leves hundimientos de unos prados, sobre una gruesa capa de pasto, me recordaron mis júbilos de niñez relacionados con la lluvia: “caminar descalzo por el campo pisando aquella superficie blanda y acuosa formada por agua, hierba y lodo. Los pies me llevaban en dirección al arrollo en el que terminaba, sentado en sus orillas, haciendola de orfebre, al lado de un montón de barro rojo.” Aquí no hay barro para modelar con las manos, lo que si hay son múltiples y efímeros instantes en espera de ser capturados con palabras o en imagen.
999
Las personas gustamos de la exclusividad. Nos mueve el deseo insano de ser dueños de algo que la mayoría de los mortales no tiene. Este incontrolable apetito por las posesiones especiales, únicas o raras es bien conocido por la mercadotecnia. Los anuncios de televisión están llenos de ejemplos que explotan este interés. Así por ejemplo, todos podemos tener un cristal, pero muy pocos tienen un diamante. Esto aplica para la ropa de marca, celulares, relojes, autos, animales en peligro de extinción y una larga lista de etcéteras más. Lo malo es que las rarezas siempre son caras y los mortales sin dinero debemos encontrar (porque jamás nos resignamos) otro tipo de originalidades. Esta búsqueda incansable por lo único llevó esta semana a un sinnúmero de personas a contraer matrimonio en masa a la hora 9 del día 9 del mes 9 del año 2009. A otros (los menos) las rarezas los induce a pensar en sucesos apocalípticos como fue el caso del pastor y profeta boliviano José Mar Flores Pereira a quien una revelación divina lo llevó a secuestrar un avión con 103 pasajeros. La razón: quería advertir al presidente de un terremoto que sacudirá a México. Hoy en el radio, escuchaba decir a sus hermanos de religión a manera de defensa que la misma locura se achacó a Noé cuando construía la barca presagiando el diluvio. Es probable que el pragmatismo del señor Pereira lo hubiera llevado a pensar que el número 999 no es más que un 666 invertido.
viernes, septiembre 04, 2009
Insomnio
Existen días en que los males se ponen de acuerdo para fastidiar gente a toda hora. Esta semana el elegido fui yo. El insomnio me descalabró cada noche. Los comienzos del día eran de puro reñir para deshacerme del abrazo de oso con que Morfeo me tenía ceñido a la cama. Poco efectivas eran las estrategias de Gladis para ayudarme a despertar de los comas profundos mañaneros. Estrategias como la de apagar el aire acondicionado, prender la luz, o el de hacer toda clase de ruidos escandalosos no surtieron el efecto esperado de otras veces. Casi todos los días me levanté más tarde que de costumbre. Cada vez que me levantaba sentía los ojos secos, los parpados de lija, los pies como de piedra y un estado de ánimo desvanecido. Luego, como si esto no fuera suficiente, los asuntos de trabajo se me vinieron encima como avalancha. Hoy no dormiré en la tarde con la firme intención de romper el maleficio esta misma noche. Lo único gracioso de la semana sucedió hoy. Gladis y Yo veníamos de Reforma en la tarde cuando un carro se amarró de súbito adelante de nosotros. El conductor se bajó con vehemencia del vehículo sin siquiera cerrar la puerta. Miró luego a la izquierda, luego a la derecha, luego al frente. Disminuí la velocidad y me dispuse a evaluar la situación ¿Será una riña? ¿Un asalto? ¿Un accidente? ¿Un neumático? ¿Me detengo? ¿Lo rebaso? En estas cavilaciones estaba cuando dirigí la mirada a donde esta persona tenía fija la suya. Entonces vi la razón de este loco comportamiento. Era un diminuto pochitoque que cruzaba con dificultad la carretera. La tortuga quedó a escasos centímetros de salvar la carretera (y la vida). El sujeto la cogió con la mano derecha y la ubicó a la altura de sus ojos. Por el retrovisor pude ver la cara de regocijo del individuo mientras el quelonio boqueaba y movia las patas desesperado. En ese instante, en la mente del individuo, el mundo se reducia a un plato hondo revosante de salsa verde. Me pareció ver a lo lejos un destello como de baba mientras caminaba con su trofeo en dirección a su carro.
Nota aclaratoria: La tortuga era una exquisitez gastronómica entre los antiguos indigenas chontales, gusto que ha perdurado hasta la fecha entre muchos habitantes de esta región (Chontalpa).
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