Hoy fue un día agitado. Extraño para ser domingo. Fuimos despertados como por ensalmo a las 5:30 am por el timbre del teléfono que chillaba incesante como heraldo de mal agüero urgido por su deber. Gladis estiró la mano para descolgar el teléfono con la lividez natural de quien espera recibir malas noticias. La llamada era para un servidor. En ella se me comunicaba que debía atender una emergencia de trabajo lo antes posible. Caray, que mala suerte –pensé. Esta queja interior se debía a que apenas 2 horas antes había pegado el ojo ¡Te dije que te durmieras temprano! –me reconvino amablemente la bella adalid de esta casa aprovechando la excelente coyuntura para reprocharme mi mala cabeza por mi malsana costumbre de ir siempre tarde a la cama. El dolor de cabeza y amodorramiento ahogaron mi tímida réplica y todo lo que pudo salir de mi boca fue un hilillo de elástica y cristalina baba que resbaló perezosa por mis comisuras. Mi cabeza palpitaba como si en su interior anduviera una cuadrilla de trabajadores de la construcción en plena faena de remodelación. Además el clima bochornoso y la humedad en el ambiente me hicieron sudar gotas gordas que tan pronto alcanzaban el peso para rodar se dirigían tercas a buscar los ojos como luchadores rudos de la AAA. El día no tiene gracia cuando se anda desvelado. Todo se mira en color sepia y siente uno los ojos como si estuvieran lubricados con arena. Tres horas de sueño en la tarde fueron suficientes para que el día retomara su natural color y mi cabeza olvidara su tamborileo interior justo a tiempo para ver coronarse por segunda vez a la selección de futbol mexicana sub17.
1 comentario:
Las llamadas de la madrugada son somo elcanto del tecolete, dicen que cuando canta indio muere, digase de esta manera siempre tran en su contexto malas noticias y estas no tan malas solo la desmañanda por motivos propios del trabajo, asi las cosas Mario el trabajo siempre absorve, el consuelo que hay donde ocuparse en estos ¨sagrados tiempos¨
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