Visitas de la última semana
miércoles, febrero 28, 2007
Links
No he agregado vínculos a esta bitácora por que no había encontrado algo que, siendo distinto, la complementara. Bueno, pues ha llegado el momento de publicitar a mi cuñado Lucio e invitarlos a pasar a su metroflog “bulolu”. Aquí nos comparte imágenes de su gente y de los lugares por los que vaga. También los invito a pasar a que le den una hojeada al Álbum de Pedro “pcB” que está lleno de chucherias y de tutifruitis.
sábado, febrero 24, 2007
Pueblos del viento norte
No hace mucho, terminé de leer esta joya histórica de mi tierra que contiene relatos de la revolución y la cristiada contados por los mismos protagonistas o sus familiares. Es un regalo que recibí de mi hermana Toña durante su paso por Reforma, gesto que le agradezco infinitamente. Estos relatos, y los lugares donde sucedieron, me hicieron recordar mis orígenes. Tierra y lenguaje de mis abuelos y sus antepasados. Su contenido me pareció del más puro realismo. Es un bello trabajo de recopilación realizado por Luis de la Torre y Manuel Caldera. Entusiastas que se dieron a la tarea de salir a la caza de vivencias que muestran de primera mano, lo que significó para aquellas personas vivir dos revoluciones. Descubrí en estos relatos la gran capacidad que la gente de antaño tenía para contar historias. Capacidad que hemos perdido ahora gracias a que nos hemos convertido más en receptores que en comunicadores. El exceso de tecnología y el gusto cada vez menor por la comunicación sustancial de persona a persona tienen mucho que ver en esta transformación. Estos relatos están llenos de sufrimiento, hambre y muerte. Abundan dentro de ellos los valores humanos como la valentía, la maldad, la caridad, la crueldad y todo aquello de que es capaz el ser humano cuando es llevado a los límites de la supervivencia. Descubrí también, a través de estas historias, que el interés individual predomina sobre los ideales, que la gente pacífica muere igual (o peor) que los belicosos, que tanto los “levantados” revolucionarios como las fuerzas del estado abusaban por igual de la población. Estoy seguro que más de algún antepasado mío anduvo en uno o en otro bando, recorriendo en su caballo aquellos llanos y barrancas, ya sea como perseguido o como perseguidor, terciado con cananas llenas de parque, con su sombrero de ala ancha embarbequijado, sus huaraches de correas, con su rifle 30-30 y su pistola de mazorca. La motivación para andar en la “bola” era diversa: algunos lo hacían por ideales, otros por necesidad, y algunos otros por gusto.
jueves, febrero 22, 2007
Somos la suma de nuestras elecciones
Hace algunos años, cuando nuestra familia aún comía junta, aventé un monologo a mis hijos que intentó ser un consejo. Días antes había tenido la mente ocupada en cavilaciones sobre los caminos que conducen a una persona a ser lo que es o a llevarla a donde está. ¿Por qué existen personas adultas que responden de manera tan distinta a estímulos iguales? ¿Por qué cuando se trata por ejemplo de crear algo nuevo, algunos se esfuerzan en dictar y otros en tomar dictado?
Después de hacerme esas y otras muchas preguntas más, concluí que simplemente somos lo que somos, y estamos donde estamos, gracias a las elecciones que fuimos tomando en cada segundo de nuestra vida. Entonces, aquella tarde, y después de la comida, como para hacer la digestión, creí conveniente comunicar a mi familia aquella conclusión. Si ahora, alguno de ellos lo recuerda, entonces valió la pena el sacrificio de escuchar aquel monologo. El que no lo recuerde, bastará con que eche una rápida mirada a su pasado inmediato para entender que en la actualidad es lo que es, y esta donde está por una simple suma de elecciones.
Hace unos días, leyendo un ensayo de Rafael Fouquié sobre “la autenticidad del artista”, fue grande mi sorpresa al encontrarme con su siguiente opinión:
Después de hacerme esas y otras muchas preguntas más, concluí que simplemente somos lo que somos, y estamos donde estamos, gracias a las elecciones que fuimos tomando en cada segundo de nuestra vida. Entonces, aquella tarde, y después de la comida, como para hacer la digestión, creí conveniente comunicar a mi familia aquella conclusión. Si ahora, alguno de ellos lo recuerda, entonces valió la pena el sacrificio de escuchar aquel monologo. El que no lo recuerde, bastará con que eche una rápida mirada a su pasado inmediato para entender que en la actualidad es lo que es, y esta donde está por una simple suma de elecciones.
Hace unos días, leyendo un ensayo de Rafael Fouquié sobre “la autenticidad del artista”, fue grande mi sorpresa al encontrarme con su siguiente opinión:
…. Optar es asumir gestos, acciones, movimientos que, paulatinamente, nos identifican y definen. Al optar nos vamos constantemente dirigiendo hacia un espacio cada vez más reducido y más nuestro. La vida que vivimos, el camino que recorremos, los actos que realizamos: todo posee la forma de nuestras opciones, se dibuja con ellas. Optar nos va cerrando posibilidades: nos angostamos dentro de esas superficies que construimos en torno nuestro con nuestras escogencias. Optamos hacer y optamos ser en desmedro de muchísimas cosas que decidimos no ser ni hacer. La opción escogida niega a cualquier otra. Vivimos en medio de la selección, de la limitación, del descarte, de la parcelación. Nuestra vida va componiéndose de ciertas sumas y de muchísimas restas. Y en ese itinerario de sumas y restas va proyectándose…el sentido de NUESTRA obra…
martes, febrero 20, 2007
Las consecuencias
El día posterior a aquél 29 de octubre de 1960, Antonio Muñiz se dirigía al rancho las ánimas en compañía de Delfino Muñiz. Por los acontecimientos de la víspera, Delfino le recomendó a Antonio ir armado. Ya encaminados, se encontraron a un grupo de soldados que traían a dos sujetos presos. Uno de aquellos presos era conocido por ambos viajeros, de nombre Sabino. Antonio Muñiz ya sospechaba el motivo de aquella redada. Seguro ya andaban en busca de los protagonistas comuneros involucrados en la balacera de la noche anterior. Al pasar el grupo a un lado de ellos, Sabino dijo a sus captores señalando simultáneamente con el dedo
-¡Ese es Antonio, y trae pistola! y ¡Es uno de los más peligrosos de la región!
- ¡Y ese es Delfino!, vive en Jazmines pero ahora esta con su abuelo.
¡Comunicativo el Sabino este!
Ese mismo día, apresaron a Pedro Conchas González, Margarito Andrade, Alejandro González y Antonio Muñiz. Todos ellos fueron llevados ante el Juez de Huejuquilla el Alto Jalisco. Este juez, por supuesto, amigo de los “señores” hacendados, les comunicó –¿¡Quedan detenidos por haber contestado a la agresión!? –¡si, este fue el delito!
Después de este juicio sumario y ortodoxo, este juez hijo de su madre los remitió sin más a la prisión de Colotlán. Antes de que el día llegara a su término, llegó a oídos de los detenidos el verdadero plan que tenía reservado para ellos aquella flamante “autoridad”. Esta noticia llegó por conducto de una persona que escuchó casualmente una conversación que sostuvo el jefe del “orden” con los subalternos designados para custodiarlos durante su traslado –¡Llévenlos caminando y hagan lo que tienen que hacer!
Para los que no están familiarizados con la impartición de justicia en aquellos tiempos y en aquellos lugares, esto era una sentencia de muerte. Esta orden llevaba codificado el plan verdadero –¡Aplicar la ley fuga a los detenidos!
El informante les recomendó pues, que por ningún motivo aceptaran irse caminando. Así las cosas, se ofrecieron 40 comuneros para acompañar a los sentenciados durante todo su trayecto si la autoridad continuaba empecinada en enviarlos caminando. Los amigos del “orden” y sus jefes, viendo que las cosas se ponían cada vez más color de hormiga, aceptaron a regañadientes mandarlos en autobús siempre y cuando ellos cubrieran el costo de los pasajes de todos los custodios. Así fue que pudieron salvar la vida en esta oportunidad. A partir de entonces, el acoso sobre ellos fue grande, motivo por el cual Pedro Conchas González y familia (y otros que le siguieron después), tuvieron que emigrar de aquellas tierras. De quedarse, no tenía más alternativa que matar…o ser muerto.
-¡Ese es Antonio, y trae pistola! y ¡Es uno de los más peligrosos de la región!
- ¡Y ese es Delfino!, vive en Jazmines pero ahora esta con su abuelo.
¡Comunicativo el Sabino este!
Ese mismo día, apresaron a Pedro Conchas González, Margarito Andrade, Alejandro González y Antonio Muñiz. Todos ellos fueron llevados ante el Juez de Huejuquilla el Alto Jalisco. Este juez, por supuesto, amigo de los “señores” hacendados, les comunicó –¿¡Quedan detenidos por haber contestado a la agresión!? –¡si, este fue el delito!
Después de este juicio sumario y ortodoxo, este juez hijo de su madre los remitió sin más a la prisión de Colotlán. Antes de que el día llegara a su término, llegó a oídos de los detenidos el verdadero plan que tenía reservado para ellos aquella flamante “autoridad”. Esta noticia llegó por conducto de una persona que escuchó casualmente una conversación que sostuvo el jefe del “orden” con los subalternos designados para custodiarlos durante su traslado –¡Llévenlos caminando y hagan lo que tienen que hacer!
Para los que no están familiarizados con la impartición de justicia en aquellos tiempos y en aquellos lugares, esto era una sentencia de muerte. Esta orden llevaba codificado el plan verdadero –¡Aplicar la ley fuga a los detenidos!
El informante les recomendó pues, que por ningún motivo aceptaran irse caminando. Así las cosas, se ofrecieron 40 comuneros para acompañar a los sentenciados durante todo su trayecto si la autoridad continuaba empecinada en enviarlos caminando. Los amigos del “orden” y sus jefes, viendo que las cosas se ponían cada vez más color de hormiga, aceptaron a regañadientes mandarlos en autobús siempre y cuando ellos cubrieran el costo de los pasajes de todos los custodios. Así fue que pudieron salvar la vida en esta oportunidad. A partir de entonces, el acoso sobre ellos fue grande, motivo por el cual Pedro Conchas González y familia (y otros que le siguieron después), tuvieron que emigrar de aquellas tierras. De quedarse, no tenía más alternativa que matar…o ser muerto.
domingo, febrero 18, 2007
Pedro Conchas González
Nació en el año de 1924 en La Soledad, municipio de Huejuquilla el Alto Jalisco. Nacido apenas dos años antes de iniciada la revolución cristera. Hijo de Pánfilo Conchas Marrufo y Apolonia González Sánchez. Aquella época fue mala para recibir el regalo de la vida, y es que era arto difícil mantenerla. Se hizo hombre él solo, igual que muchos otros que fueron producto directo de la revolución mexicana de 1910 y de la guerra cristera de 1926. Aprendió a leer y a escribir en forma autodidacta. Se enseñó a hacer cuentas con maicitos, frijolitos y piedritas. Le tocó vivir el rescoldo de los tiempos más difíciles del país. La ley en aquella época, era la que imponían los ricos hacendados y los jefes revolucionarios “levantados”. En esos sagrados tiempos, las haciendas no tenían linderos. Los límites de la “propiedad privada” eran movidos a capricho por los hacendados. Antes de la revolución, solo existían en México dos clases de personas: los hacendados y los peones. Por tal motivo estos últimos se fueron de “bola” a la revolución motivados por el grito de Emiliano Zapata: TIERRA Y LIBERTAD y su idea revolucionaria de: LA TIERRA ES DE QUIEN LA TRABAJA. Miles de muertos después, terminó la revolución con la promesa del gobierno de expropiar los latifundios (haciendas) y repartirlos entre los pocos sobrevivientes de aquella bola revolucionaria. ¿Pero que creen? Pues no pasó nada. Los ladinos hacendados hacían contubernio con las autoridades locales para darles puro “atole con el dedo” a aquellos pobres desletrados. Entonces dizque empezaron a “cumplir la ley” cediendo solo aquellos terrenos que no les servían de nada: las barrancas y los desiertos. Fue así que se empezó a poner fea la cosa otra vez. Los desposeídos empezaron a organizarse para formar un frente común que les permitiera litigar un reparto justo ante el gobierno. Estos grupos fueron conocidos como agraristas o comuneros. Mientras el gobierno emitía una resolución que obligara a los hacendados a cumplir la ley sin chapucerías (tarea arto difícil por la siempre viva corrupción) los pobres tenían que sobrevivir, y para lograrlo era necesario sembrar. Y pues ni modo, a sembrar donde se podía y a proteger la labor con la propia vida si así era requerido.
Así estaban las cosas cuando a Pedro Conchas González lo sorprendió la juventud. En la Soledad, había una guerra declarada entre los ricos hacendados y los pobres comuneros. Pedro Conchas era uno de los comuneros que mas hacía por la causa. Era famoso en las juntas que organizaba el grupo con el fin de recaudar fondos. Él era el primero (entre los pocos que tenían recursos) en ofrecer una vaca o un toro para los gastos del interminable litigio. Por este liderazgo involuntario, andaba siempre a salto de mata, huyendo de los soldados o de la policía federal que lo perseguían por calumnias infiltradas por los mismos hacendados. Y es que los “señores” de aquel rumbo lo consideraban un verdadero peligro para sus intereses particulares.
Yo tenía casi dos años de edad aquella noche del 29 de octubre de 1960. Empezó a correr el rumor, que los “señores” hacendados iban a destruir la labor (siembra) del comunero Margarito. Se lograron reunir 17 comuneros (de un grupo de 100) para ayudar a aquel compañero a cuidar su cuamil. Solo 4 de los 17 iban armados con pistola, uno de esos 4 era Pedro Conchas. El resto solo iba a la velada a comer elotes y a sacar plática. Así, entre plática y plática pasaron las horas de aquella noche, sin novedad, iluminada solo por esa hermosa luna de octubre (como dice la canción). A las 12 de la noche, cuando ya apagaban el fuego para regresar a sus casas, el infierno se desató. Entre los relinchos de los caballos y el ruido de los disparos, los comuneros alcanzaron a escuchar ¡Vámonos arrimando! ¡No, no se arrimen! ¡Aquí vamolos quemando!
Antonio Muñiz (cuñado de Pedro Conchas) recuerda que los compañeros que no traían arma, salieron a rastras en busca de refuerzos protegidos solo por la penumbra y la milpa. La luz de la luna antes amiga, ahora se convertía en enemiga. Aquellos fulanos eran como 35, todos armados y a caballo. Nosotros solo éramos cuatro y a pié. Después de 20 minutos de balacera, durante los cuales nos movíamos continuamente como lagartijas entre la milpa para no presentar blanco fácil, nos dimos cuenta de que el parque se nos agotaba. Si queríamos tener un chance, uno de nosotros tenía que ir por más parque mientras los otros se quedaban a continuar la batalla. Yo mismo me ofrecí para ese trabajito, les dejé el parque que me quedaba a los compañeros y conservé solo la carga de mi pistola por lo que se pudiera ofrecer en el camino, y pues ahí voy, arrastrándome entre arbustos espinosos, entre pencas de nopal, entre piedras filosas y picudas, y entre una lluvia de luces rojizas que me zumbaban por todos lados. El camino que llevaba a mi casa me obligaba a pasar cerca de la casa de uno de esos fulanos. Y mi sorpresa fue la lloradera de mujeres que escuché al pasar por ese lugar. ¡Ya nos echamos a uno! –pensé. Llegué a mi casa con el cuerpo todo ensangrentado y sin balas en mi pistola. En ese momento no sabía si me había alcanzado una bala o si la sangre era de tanta espina que traía encajada en las manos y en la panza. Oiga, viera que lloradera de mujeres también en mi casa, y es que de lejos se veía fea la cosa. Se oían bien los balazos y se veían mejor los fogonazos. Y mire, las mujeres ya no querían que yo regresara ¡Te van a matar Toño, no vayas! Y se me colgaban de todos lados para que yo no me regresara. Entonces mi papá Dámaso Muñiz Caldera me dijo –váyase hijo, no los deje solos. Lleveles el parque porque han de estar muy apurados, y que Dios me lo bendiga.
Estos cuatro valientes, aguantaron afortinados por espacio de 2 horas más la andanada de balazos de aquellos 35 sujetos dispuestos a matarlos sin piedad. La trifulca terminó cuando llegaron los refuerzos de los comuneros y los de a caballo se vieron obligados a pone tierra de por medio al verse igualados en número. Este hecho quedó inmortalizado en un corrido local, algunas de cuyas estrofas dicen:
Gritaba Pedro Conchas González
¿Por qué retroceden bueyes?
¡Haciendo uso de las armas
Desobedecen las leyes!
Antonio Muñiz Camacho
Hecho mano a su pistola
Y como las codornices
Se desbandó aquella bola
Decía Pedro Conchas González
Con la pistola en la mano
¡Si vienen a ver a su padre
Traigan todos sus hermanos!
Así estaban las cosas cuando a Pedro Conchas González lo sorprendió la juventud. En la Soledad, había una guerra declarada entre los ricos hacendados y los pobres comuneros. Pedro Conchas era uno de los comuneros que mas hacía por la causa. Era famoso en las juntas que organizaba el grupo con el fin de recaudar fondos. Él era el primero (entre los pocos que tenían recursos) en ofrecer una vaca o un toro para los gastos del interminable litigio. Por este liderazgo involuntario, andaba siempre a salto de mata, huyendo de los soldados o de la policía federal que lo perseguían por calumnias infiltradas por los mismos hacendados. Y es que los “señores” de aquel rumbo lo consideraban un verdadero peligro para sus intereses particulares.
Yo tenía casi dos años de edad aquella noche del 29 de octubre de 1960. Empezó a correr el rumor, que los “señores” hacendados iban a destruir la labor (siembra) del comunero Margarito. Se lograron reunir 17 comuneros (de un grupo de 100) para ayudar a aquel compañero a cuidar su cuamil. Solo 4 de los 17 iban armados con pistola, uno de esos 4 era Pedro Conchas. El resto solo iba a la velada a comer elotes y a sacar plática. Así, entre plática y plática pasaron las horas de aquella noche, sin novedad, iluminada solo por esa hermosa luna de octubre (como dice la canción). A las 12 de la noche, cuando ya apagaban el fuego para regresar a sus casas, el infierno se desató. Entre los relinchos de los caballos y el ruido de los disparos, los comuneros alcanzaron a escuchar ¡Vámonos arrimando! ¡No, no se arrimen! ¡Aquí vamolos quemando!
Antonio Muñiz (cuñado de Pedro Conchas) recuerda que los compañeros que no traían arma, salieron a rastras en busca de refuerzos protegidos solo por la penumbra y la milpa. La luz de la luna antes amiga, ahora se convertía en enemiga. Aquellos fulanos eran como 35, todos armados y a caballo. Nosotros solo éramos cuatro y a pié. Después de 20 minutos de balacera, durante los cuales nos movíamos continuamente como lagartijas entre la milpa para no presentar blanco fácil, nos dimos cuenta de que el parque se nos agotaba. Si queríamos tener un chance, uno de nosotros tenía que ir por más parque mientras los otros se quedaban a continuar la batalla. Yo mismo me ofrecí para ese trabajito, les dejé el parque que me quedaba a los compañeros y conservé solo la carga de mi pistola por lo que se pudiera ofrecer en el camino, y pues ahí voy, arrastrándome entre arbustos espinosos, entre pencas de nopal, entre piedras filosas y picudas, y entre una lluvia de luces rojizas que me zumbaban por todos lados. El camino que llevaba a mi casa me obligaba a pasar cerca de la casa de uno de esos fulanos. Y mi sorpresa fue la lloradera de mujeres que escuché al pasar por ese lugar. ¡Ya nos echamos a uno! –pensé. Llegué a mi casa con el cuerpo todo ensangrentado y sin balas en mi pistola. En ese momento no sabía si me había alcanzado una bala o si la sangre era de tanta espina que traía encajada en las manos y en la panza. Oiga, viera que lloradera de mujeres también en mi casa, y es que de lejos se veía fea la cosa. Se oían bien los balazos y se veían mejor los fogonazos. Y mire, las mujeres ya no querían que yo regresara ¡Te van a matar Toño, no vayas! Y se me colgaban de todos lados para que yo no me regresara. Entonces mi papá Dámaso Muñiz Caldera me dijo –váyase hijo, no los deje solos. Lleveles el parque porque han de estar muy apurados, y que Dios me lo bendiga.
Estos cuatro valientes, aguantaron afortinados por espacio de 2 horas más la andanada de balazos de aquellos 35 sujetos dispuestos a matarlos sin piedad. La trifulca terminó cuando llegaron los refuerzos de los comuneros y los de a caballo se vieron obligados a pone tierra de por medio al verse igualados en número. Este hecho quedó inmortalizado en un corrido local, algunas de cuyas estrofas dicen:
Gritaba Pedro Conchas González
¿Por qué retroceden bueyes?
¡Haciendo uso de las armas
Desobedecen las leyes!
Antonio Muñiz Camacho
Hecho mano a su pistola
Y como las codornices
Se desbandó aquella bola
Decía Pedro Conchas González
Con la pistola en la mano
¡Si vienen a ver a su padre
Traigan todos sus hermanos!
sábado, febrero 10, 2007
México 70
Terminé de leer Agua Quemada de Carlos Fuentes. Libro que me trajo de regalo mi hermana Toña. La narrativa se ubica en la ciudad de México de los años 70. Carlos Fuentes representa a través de sus protagonistas el drama de vivir en una ciudad corrupta que resuelve sus diferencias por medio de la violencia. Una sociedad que premia a los oportunistas y castiga a los idealistas. El mejor ejemplo es el general Tompiates hijo de la revolución y protagonista del primer cuento. Sujeto avezado que siempre estuvo en el bando ganador en turno. Primero como capitán Villista a favor de Madero, luego como coronel constitucionalista luchando al lado de Carranza contra Villistas y Zapatistas. Después como coronel Obregonista pronunciado contra el Carrancismo, y por último como general Callista dándole duro al culto y a los cristeros. Ahora ya jubilado, su principal pasatiempo, es educar a su nieto para que no sea tan pusilánime como su papá, que por cierto es narco. Termina el libro con un cuento que describe los métodos del Estado (y el perfil de los políticos que los idearon) para meter en cintura a aquellos estudiantes revoltosos. Métodos que fueron llevados a la práctica en aquél celebre Halconazo o jueves de Corpus en el que resultaron muertos varios estudiantes (aún no se sabe cuantos). Lápida que aún carga sobre sus hombros el ahora ya senil expresidente Luis Echeverría Álvarez.
Los gansos
Llegó el tiempo en que los cocoítes empiezan a vestirse de color rosa pálido anunciando la próxima visita de la primavera. Están saliendo tímidamente sus primeros brotes rosados como asustados por estas lluvias tardías que no han dejando de caer por estos húmedos rumbos. Atrás van quedando las lagunas rebosantes que ya a estas alturas han perdido un tercio de su capacidad acuosa. Este último mes hemos sido visitados diariamente por un par de gansos que han hecho suyo un charco que las lluvias no han dejado secar en nuestra cochera. Estas aves son territoriales por lo que Gladis ha tenido que correr despavorida huyendo de los graznidos y aleteos de estas dos bolas emplumadas que la persiguen hasta la puerta de la casa cada que baja de la camioneta. Hoy sé que estas aves pescozonas son de una vecina que según ha dicho ya adoptaron como suya esta cuenca artificial y diminuta ubicada en nuestra casa. Lo malo es que dejan su “recuerdito” regado por todas partes, además de que su presencia no es muy del agrado de niño y patón que les ladran como si fueran perros de caza. Fuera de esto, me gusta mirar su gracia y el garbo con el que se desplazan sin temer a nada ni a nadie. Me gusta verlas picotear aquí y allá sintiéndose dueñas del territorio. No los espantan los paseantes, mas bien son ellos los que dan la vuelta para no pasar cerca de esa diminuta porción de agua turbia que ya consideran suya y que defienden aguerridamente. Ya los perros tienen pues otra cosa en que derrochar sus energías además de los habituales zanates que nunca los dejan en paz por ese afán que tienen de robarles sus croquetas. Otra novedad es que paco ya no está con nosotros. Por la irresponsabilidad de Ale (su dueña) y la impaciencia de su mamá de verse con el trabajito extra y diario de meterlo, sacarlo, darle de comer y de beber, ya lo regaló a doña Maty. Ahora extraño sus gritos y borucas que armaba: “burro”, “Pedro”, de la imitación que hacía de los graznidos de sus vecinos los zanates, su canto de la “diana” y otras palabrejas más que admiraban (o avergonzaban) a los que las oían. Por mi parte espero continuar disfrutando de este clima agradable del cual ya nos queda poco tiempo y prepararme para los días calurosos que nos esperan a partir de abril. Ni modo.
jueves, febrero 01, 2007
Ensayo sobre el Prometeo Kafkiano
Prometeo fue un dios mitológico griego que creo al ser humano mientras su hermano se concentraba en crear a los otros seres vivos. Esta tarea les fue asignada por Zeus, el dios jefe de jefes. Para realizar dicha encomienda, Zeus les entregó un tambache de partes (pelo, garras, picos, alas, etc., etc.) para que a modo de un juego de lego, fueran armando todo tipo de seres a placer. Como Prometeo le puso mucha crema a su taco, su hermano le agrandalló todas las características esenciales, dotando a sus animales de buenas armas para la supervivencia y no dejó ninguna para aquel desnudo mono de Prometeo, que por cierto lo hizo a semejanza de los de su especie. Conciente de la desventaja de su producto, Prometeo le birló el fuego a los dioses para dárselo a sus encuerados, no sin antes advertirles lo siguiente: de cada animal que maten para comer hagan dos porciones, después quemen en ofrenda la que los dioses elijan (así los dioses obtendrían también un beneficio por compartir el fuego y lo perdonarían a él por su robo). Sabiendo que los dioses iban a escoger la mejor porción, Prometeo nada tonto, enseñó a sus animales bípedos a camuflajear apetitosamente una porción de puro hueso y tripa cubriéndola de suculenta mantequita. La otra porción, la que contenía la carne magra, fue cubierta con puro pellejo. Ni para que contar cual escogió Zeus. Pero para aquel que no sospeche nadita le diré que eligió nada menos que el bulto que contenía la mantequita. Cuando Zeus se dio cuenta del engaño, de plano se le subió la bilirrubina y ordenó a todos sus dioses subordinados que le prepararan un “trabajito” al embustero Prometeo. Fue así que la bella Pandora y su mentada cajita apareció en el escenario. Este juguetito fue preparado especialmente para aquel dios chapucero y sus secuaces humanos. Lógicamente, la mujer era una bomba (y bombón) programada para hacer ver su suerte a nuestro paladín Robin Hood, y la cajita que llevaba era un “presente” de Zeus para aquella nueva raza de insolentes. Para aquellos que no sepan que contenía la cajita, solo les diré que estaba llena de las desgracias que hoy aquejan a la humanidad. Zeus le prohibió a Pandora que la abriera, imagínense ustedes!. Cuando hicieron llegar a Prometeo su regalito, este no cayó en la trampa, pero su hermanito sí. Por más que aquél le advirtió de lo endemoniado del asunto, aquel no hizo caso, y cayó redondito ante la belleza y los encantos de la mujer. Para no hacer el cuento tan largo, Zeus se cansó de que Prometeo le hiciera ver su suerte y ordenó que lo encadenaran a una roca en lo alto de la cordillera del Cáucaso para que las águilas le comieran el hígado todos los días (cada noche se le regeneraba por ser inmortal). Este castigo iba a durar nada menos que 30,000 años!.
Bueno, ustedes se preguntarán ¿que tiene que ver todo este royo con Franz Kafka?. Mi humilde opinión es que Kafka utilizó este mito para hacer una crítica mordaz a la naturaleza mezquina y desagradecida del ser humano. Su crítica inicia con esta sentencia: hay cuatro leyendas referidas a Prometeo…Desde mi punto de vista, solo la primera de estas leyendas concuerda con el mito real que aquí les conté, las otras tres mencionadas, son nada menos que de la cosecha del mismo FK. El común denominador de estas otras leyendas es EL OLVIDO Y EL ABANDONO con los que Prometeo padeció su castigo. Después de haberse arriesgado tanto para ayudar a sobrevivir al objeto de su creación, por todo pago recibe de ellos lo que esta implícito en ese pequeñísimo relato que FK garabateó tal vez con mucho desdén. ¿Tiene esperanzas Kafka de que la naturaleza humana mejore algún día? Esta respuesta la explica él mismo al final del mini cuento con estas palabras lapidarias: La leyenda (las suyas) quiere explicar lo que NO TIENE EXPLICACION. Como nacida de una verdad (la creación y los favores de Prometeo), tiene que volver a lo INEXPLICABLE (el pago regresado por su rebaño).
Bueno, ustedes se preguntarán ¿que tiene que ver todo este royo con Franz Kafka?. Mi humilde opinión es que Kafka utilizó este mito para hacer una crítica mordaz a la naturaleza mezquina y desagradecida del ser humano. Su crítica inicia con esta sentencia: hay cuatro leyendas referidas a Prometeo…Desde mi punto de vista, solo la primera de estas leyendas concuerda con el mito real que aquí les conté, las otras tres mencionadas, son nada menos que de la cosecha del mismo FK. El común denominador de estas otras leyendas es EL OLVIDO Y EL ABANDONO con los que Prometeo padeció su castigo. Después de haberse arriesgado tanto para ayudar a sobrevivir al objeto de su creación, por todo pago recibe de ellos lo que esta implícito en ese pequeñísimo relato que FK garabateó tal vez con mucho desdén. ¿Tiene esperanzas Kafka de que la naturaleza humana mejore algún día? Esta respuesta la explica él mismo al final del mini cuento con estas palabras lapidarias: La leyenda (las suyas) quiere explicar lo que NO TIENE EXPLICACION. Como nacida de una verdad (la creación y los favores de Prometeo), tiene que volver a lo INEXPLICABLE (el pago regresado por su rebaño).
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