Es una tarde soleada de un día cualquiera en los Altos de Jalisco. Es el año de 1963. Tal vez verano. Veo a un niño güero de aspecto chamagoso como de 5 años jugando solitario en un camino rural y terregoso. Su aspecto cenizo y desaliñado hace juego con la aridez de la vereda en la que camina y que se encuentra amurallada por sendas y orondas cercas de piedra. Su cabeza está poblada de cabello rubio. Cabello grueso y lacio que me hace recordar la dura crin de los caballos. Sin duda un reto para el peine y cualquier cantidad de brillantina. Su piel blanca se mira muy aporreada por las inclemencias del sol y del frio. Lunares de piel rosada motean su cara y son rastros inequívocos de los estragos que el extremoso clima infringe a su pálida y enfermiza epidermis. Camina descalzo. Viste ropa sucia y desgastada. Juega con una lata de sardina que arrastra cuidadosamente valiéndose de un hilo delgado de cáñamo atado a uno de sus extremos ovalados. La lleva llena de guijarros y conforme la arrastra va dejando en el terreno polvoriento un rastro como de serpiente. Su rostro denota mucha concentración, señal de una febril y volátil imaginación. Inmerso en su fantasía, elige con sumo cuidado la próxima dirección que tomará su precaria troca. Veo que ejecuta giros imprevistos evitando riesgos invisibles. Lo escucho murmurar entre dientes apagadas incoherencias. Con el ceño casi siempre fruncido, veo que gesticula, a veces preocupado, otras veces más resuelto. No sabe si existen cosas más allá de lo que sus ojos sin pestañas han podido mirar, tampoco le preocupa. Su imaginación es tan poderosa y jacalera que es capaz de crear su propio mundo sin fronteras en el que vive con alegría sus desbordados ensueños. En ese lugar inmaterial protagoniza frecuentes y divertidas aventuras. Lo sigo con la mirada largo rato hasta que se pierde en un recodo del camino... y luego en la lejanía del tiempo.
1 comentario:
El tiempo, este que aprendimos a contar con la ayuda de nuestros padres cuandocumplimos el primer año de vida ¨ya tiene un año el niño¨ y más tarde el otro y otro más y por fin dejamos al niño aquel de los sueños fantasiaosos y las quimeras atrevidas en el baul de los recuerdo y terminamos atados a las añoranzas interminables de la vejez, pero muchos dicen que recordar es vivir y tal vez tengan mucha razón el pensa así,aun cuando se no da de vez encuado llenarnos los ojos de agüita, por que de alguna forma nos hicieron ver mas tarde que la vida esta llena de sendero y veredas escabrosas que hay que poder sortear....A N I M O O O ¡ ¡ ¡
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