El sábado fue un día difícil. Por insistencia de Pedro llegamos a las Garzas desde el viernes. La inocencia de Gladis la hizo pensar que la urgencia de su tractorcito se debía a que durmió en el departamento sin aire acondicionado. Ellos llegaron a medio día y un servidor lo hizo en la noche. A decir de Gladis –Tan pronto llegamos a la colonia Pedro nos aventó de la camioneta a Cheli y a Mí como si fueramos costales de papas y se fue a Reforma como auténtico berebere sediento tras el único oasis a 500 kilómetros a la redonda –en caso de que se les haga tarde se quedan a dormir allá –le alcanzó a gritar tendida en el piso de la cochera su santa y resignada madre ¿Oíste? tenemos tiempo para darle vuelo a la hilacha –dijo feliz Pedro a su acompañante Daniel. Regresó al siguiente día ya bien puesto el sol proyectando la cándida inocencia de un bebedor intolerante a la lactosa después de haberse jondeado una docena de malteadas de fresa preparadas con leche entera. Soy testigo de que Gladis pasó una mala noche mientras su hijo tomaba horchata y cantaba tiernos y angelicales villancicos. Ale se quedó en Villahermosa pues el sábado tenía el compromiso de asistir a un "club de lectura” que le organizaron sus amigos intelectuales por ser día de su cumpleaños. En la colonia nos quedamos sin gas y a Gladis se le quedó el pollo a medio hervir que yo tuve que llevar luego a Reforma para que su mamá lo terminara de cocinar y no se desperdiciara. El sábado nos regresamos a Villahermosa puesto que teníamos el compromiso de asistir ese día a la posada que anualmente nos organiza la empresa. Además había que hacer los frijoles charros para la carne asada que el domingo hariamos en honor de la cumpleañera. No pudimos abrir la puerta y permanecimos afuera con tiliches, ropa de gala y perro por espacio de una hora mientras el cerrajero practicaba sus buenos oficios ¿Sabe Ale que a esta cerradura (el depa tiene tres) no se le debe poner seguro porque no abre desde el exterior? Claro que lo sabe. Fin del diálogo. ¿Quieren que le ponga por lo menos la perilla a la cerradura para que no quede el hueco? –Nos preguntó solícito el cerrajero una vez que terminó ¡No! repuse rápidamente, así me aseguro que no vuelva la burra al trigo. Gladis como pudo tapó el hueco. Tiempo después llegó Ale con sus amigos: Ale, ¿por qué le pusiste seguro a la puerta? ¡Mira todo lo que tuvimos que hacer para entrar! ¿Yoooo? ¡Para nada! Fin del diálogo. Tiempo después y antes de que Ale saliera a cumplir con el compromiso aún pendiente de aumentar el bagaje de conocimientos en el honorable y tres veces heroico “club de lectura” ¡Ale, no le pongas llave a la otra cerradura porque no abre desde adentro! –Gritó Gladis mientras batallaba con sus pupilentes. Ahá –se oyó entre risas que se alejaban. A punto estábamos de salir para la posada cuando Gladis cayó en la cuenta de que la orden dada a su intelectual y siempre comprensiva hija había servido para lo mismo que sirve dar clases de repostería a una recua de pollinos. A esperar otra media hora a que los doctos terminaran de leer el primer capítulo de Don Quijote para que el siempre amable (sin ironía) Jesús Nucamendi pudiera salir de aquel templo de la sabiduría y nos sacara de nuestro hasta ahora eventual claustro. Que poca...madre no, porque tienen una de las mejores.
1 comentario:
Me he quedado 5_COMENTARIOS mi querido cuñado todo esta espeditamente dicho, ni por donde hacer un comentario a tono de los sucesos que han vivido, lo ultimo del dialogo es que puedo tratar de comentar, creo que no es poca... mamá es mucha mamá je je je saludos...
Publicar un comentario