-“Dile a yoyó que venga a mi tasa” es el recado que siempre
me manda mi nieto Alex con Gladis cuando ella se despide de él en su casa.
Tiene tres años y medio pero recién este año se permitió el
acceso al espacio cognitivo en donde el ser humano tiene el reservorio de la
magia y la prestidigitación con los que crea todas las ciencias y las artes. Ya
encontró la punta de la hebra que le permitirá desenmarañar los estímulos que
sus sentidos perciben de la realidad, y como si de un juego se tratara, transformarlos
luego en palabras con las que expresará claramente sus deseos mediante oraciones cada vez más complejas. Ya aprendió que lo real y lo concreto se pueden codificar en
imágenes y símbolos que luego podrá utilizar a su antojo para crean ideas
totalmente abstractas en su mente mediante el uso de la prodigiosa imaginación.
Ahora nada lo desviará de este proceso que lo motivará a aprender más vocabulario
y crear con él nuevas y más complejas combinaciones de palabras que lo ayudarán
a desentrañar poco a poco el mundo y entender con mayor certeza las
complejidades de las personas. Yo creo que va siendo hora de enseñarle el
proceso inverso: descubrirle un mundo abstracto, construido únicamente de palabras que luego él pueda transformar a su realidad concreta utilizando para ello sus propios medios. Leerle.
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