Visitas de la última semana

sábado, diciembre 03, 2016

La tía Jesusita

Nada. La calma que tanto anhelé aquel lejano febrero de 2015 no llegó. Tampoco el año que le siguió fue pródigo. La economía de México está mal. Y próximamente con la ayuda del recién electo presidente de EEUU, el republicano Donald Trump, sin duda se pondrá peor. Él tiene el bate en las manos y nosotros somos las pelotas. Este juego disparejo iniciará recién comience el 2017. Ni el screwball de Fernando Valenzuela nos salvaría de esta paliza que ya se logra atisbar en el cercano horizonte de los mexicanos.
En septiembre de este año visité mi tierra, La Soledad municipio de Huejuquilla el Alto Jalisco. Tuvieron que pasar más de 40 años para que este deseo se concretara. Me acompañaron en esta aventura Gladis y mis hermanos Gregorio, Josefina y Yolanda. Este viaje lo motivó mi deseo muchas veces aplazado de conocer a mi tía Jesusita; la hermana mayor de mi madre. Ella es una viejecita lúcida, platicadora y muy receptiva. Cuando platicaba de sufrimientos parecía hablar de banalidades. Los 98 años que cargan sus huesos la hacen caminar muy despacito. Su humor es excelente y su apetito es voraz. Se desplaza por su casa ayudada por un bastón que la acompaña a donde quiera que vaya. Su timbre de voz es agudo y rasposo, seguramente de tantos años que tiene platicando consigo misma. Escucha bien pero ve mal. Su estatura es bajita y su complexión delicada. Diría que un ventarrón la podría derribar. Podría afirmar que su estatura es la misma que tenía mi madre. Su tez morena está apretujada de pliegues que le dan un aire de estoica antigüedad. Su cabeza coronada por un manojo de pelos ondulados blancos está llena de gratos recuerdos de su difunto esposo y de un pasado de duro trabajo en el campo junto a sus hijos.
-¿Y quién es este niño? –preguntó cundo su vista se topó con la figura de Gladis (unos días antes ella se había cortado el pelo al estilo castrense).
-Es mi esposa tía. Parece niño pero en realidad es niña. Su nombre es Gladis, aunque bien pudo llamarse Magnolia. Comentario que acompañé con un guiño a mi esposa.

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