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martes, enero 30, 2007

Apocalypto, la película.

Cuando pienso en la cultura maya se me vienen a la memoria imágenes clave como son: pirámides, selvas, ríos, pantanos, animales salvajes, cuerpos celestes, arte, arquitectura, conocimiento, penachos, jade, agricultura, ceremonias, politeísmo, senotes, sangre, etc. Curiosamente, en lo personal no relaciono la cultura maya con una sociedad exclusivamente guerrera, mucho menos con una sociedad cuyas creencias hubieran girado en torno a los sacrificios humanos como lo acentúa esta película. Esto de la guerra y de los sacrificios humanos los relaciono más con la cultura azteca. El acierto de Mel Gibson (si se le puede llamar así) fue desarrollar una historia ficticia que aglomeró lo que en general se conoce de esta cultura y que es difícil refutar, y lo salpicó de toda clase detalles fantásticos que de ser falsos nadie puede refutar. Las distintas escenas de la película la sitúan al final del periodo posclásico de la cultura maya, en los siglos XV o XVI de nuestra era. Esto se puede deducir por las condiciones humanas y ambientales imperantes en la ciudad a la que fueron llevados los prisioneros. Lo que la película señala a partir de la llegada de los prisioneros a la ciudad es la hipótesis más aceptada entre los conocedores para explicar la razón de la decadencia y abandono de las ciudades mayas. Esta hipótesis propone que la causa principal que desencadenó el principio del fin de esta cultura fue la deforestación de la selva que se cree sirvió de materia prima para la construcción de sus grandes pirámides. Actualmente se piensa que quemaban los troncos para producir ceniza con la que a su vez elaboraban el aglomerado que utilizaban para unir las piedras de las pirámides. Esto ocasionó que grandes extensiones de terreno se erosionara en detrimento de la agricultura, base de su alimentación. La poca producción de maíz acarreó como consecuencia el hambre entre la población. Se cree que el pueblo atribuyó esta hambruna al deterioro de la relación entre los dioses y sus gobernantes. Se supone que gobernantes y sacerdotes hicieron lo único que sabían hacer cuando perdían la gracia divina: incrementar las ofrendas a los dioses para mejorar las cosechas (nadie cuerdo puede asegurar que cuerpos y cabezas rodaban desde lo alto de las pirámides, ni la existencia de cementerios a cielo abierto al estilo de la solución final de Hitler, esto es pura fantasía). Al ver que las ofrendas no mejoraban la situación, el pueblo maya se levantó inconforme contra la clase gobernante. La película pues, tiene tres etapas bien definidas, la primera que termina con la profecía lanzada por la niña a los rijosos y que es pura fantasía. La segunda que termina con el escape de garra de jaguar de la ciudad y que es una realidad a medias (a medias por ese ritual sangriento y fantasioso, clímax de la película y que representa el Apocalypto u holocausto de la cultura según la visión del escritor y director), y la tercera que termina con el final de la película, y que también es pura fantasía. Las etapas uno y tres son meramente Hollywoodescas, dosis de fantasía necesaria para vender y divertir, después de todo, su fin no es cultural sino de mercado. Con la tercera etapa me dolió la cabeza y mi esfuerzo fue grande para no salir corriendo como garra de jaguar lo hizo al ser perseguido por su tocayo felino (que por cierto, era albino). Ayer me llegó un correo en que el remitente criticaba encolerizado la violencia y cinismo atribuido a los mayas en esta cinta y animaba a los lectores a boicotear la película y a reenviar el correo a todos los contactos. Es más, aconsejaba hacer daño a la producción mediante la compra de la pelicula en el mundo de la piratería con el fin de desviar el flujo de efectivo a la gente de parche, garfio y pata de palo. Este mismo sentimiento despertó la anterior cinta de este mismo director (la pasión de Cristo). Producción por la que fue acusado de antisemita por los judíos que se sintieron agredidos por la forma en que se representó su “contribución” en este suceso (y creo que algo había de razón). Si esta pasión por Apocalypto continúa, su éxito está asegurado. Reacuérdese la película “El crimen del padre Amaro” y su polémica con el opus dei que solo sirvió de aliciente para que fuera vista masivamente con el fin de medir el grado de ortodoxia de nuestro clero. A veces me convenzo más de esa sentencia que dice: cuanto más se prohíbe una acción, mayor es el impulso que lleva a realizarla.

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