En estos días pasados el clima ha sido bueno; las lluvias apagan el ardor de la tierra humectando todo lo que en ella crece. Los habitantes del monte se dejan ver con mayor frecuencia, tal vez forzados por las inundaciones rápidas de los terrenos bajos tan comunes en esta época. Ayer, conduciendo dentro del complejo, me salió al paso un animal cuadrúpedo parecido a un zorro; su cuerpo era largo y esbelto; su pelambre pelirrojo con pequeñas manchas obscuras en su lomo brillaba con el sol. Su trote era de canino pero su garbo era de felino. Tenía las orejas picudas y paradas como las de un perro chihuahueño; su hocico era puntiagudo y su cola como de zorro. El encuentro duró escasos 20 segundos. Nunca me quitó los ojos de encima hasta que se perdió en el denso follaje. Hoy, transitando por otra parte del complejo, observé una iguana bebé de un color verde fosforescente. También es frecuente ver en el suelo pájaros pequeños que por accidente (o empujados por un hermano Caín) caen de su nido arbóreo. Hace tiempo, Ale intentó criar a dos de estos polluelos tratando de darles una segunda oportunidad. No se pudo. Hay especies que no pueden sobrevivir sin el cuidado de sus congéneres. Por más atenciones y comida que les dio no quisieron sobrevivir. Hace como un mes, me encontré con una escena que no me gustó; era un armadillo con su caparazón roto; ya estaba muerto, probablemente atropellado. Estaba siendo merendado por un par de zopilotes a la orilla de la calle. Este es el destino de muchos animales cuando se ven forzados a dejar sus inundadas madrigueras.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario