Los últimos días del año viejo y los primeros del nuevo fueron buenos para nosotros. Algunos de ellos pasaron como hálito cálido, otros como ola espumosa, los más como viento fresco. Eso sí, todos ellos saturados de placentero coloquio, risas espontáneas, compañías sabrosas, alimentos jugosos y de personas ausentes que en estos días se hicieron presentes. Pedro estuvo con nosotros desde mediados de diciembre y justo hoy retornó a Gdl con el cuerpo lamentablemente saturado de pozol, chile amashito y de bebidas espirituosas. Tengo gracias a él cuatro libros más en mi mesita de centro (arqueada ya por el peso) esperando tranquilamente a que este lento y flojo lector ceda a los guiños y carantoñas que amablemente me hacen cada que paso cerca de ellos. Aspavientos que seguramente urden como preámbulo de las historias que guardan para mí entre sus páginas. Tengo también una blackberry gracias a la buena suerte de Ale (se la sacó en un sorteo) y a los buenos oficios de mi amada esposa para reclamarla puesto que los organizadores le estaban dando sospechosas largas al asunto. Ale ya terminó su licenciatura y empezó a trabajar en toda forma en el mismo lugar en que estuvo trabajando de becaria. Ahora dice que va por la especialidad en no se que cosa así que nada de descanso para ella ni para nosotros ($). Pedro debió haber terminado también este año su licenciatura pero no le fue posible gracias a su pujante e imperiosa necesidad de esparcimiento que le hizo perder su beca, y por consiguiente, el costo extra (imposible de pagar por un servidor) que aquel necesario recreo le ocasionó lo obligó a posponer materias del paquete semestral obligatorio. Así que tendrá que posar sus ya adormecidas sentaderas en las butacas escolares otro año más para atender las materias pospuestas por mortal necesidad. A Kory la veo feliz disfrutando su nueva vida de matrimonio, divirtiéndose en grande como debe ser. Tengo buenos hijos, su madre los ha educado bien. Afortunadamente no han heredado de mí el mutismo y la sobriedad chocante que me caracteriza. En cambio han heredado el gusto por lo huapachoso, fiestero y dicharachero de parte de su mamá. Hoy, con la partida de Pedro hemos quedado otra vez Gladis y Yo como murciélagos en caverna, escuchando los ecos de aquellas idas conversaciones que ahora vienen a nosotros entre rebotes de estalactitas y estalagmitas.
1 comentario:
Bien dices Mario Dios y la voluntad ferrea, de ambos por llevarlos por el sendero del bien, bien ha valido la pena, parte del camino ya esta andado, hay camino que continuar, asi es la vida en la crianza de los hijos, seguir y seguir, si no preguntale a mi padre todavia a mis 50 y cacho sigue lidiando conmigo....
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