Patón, nuestro perro basset hound se apagó. Dejó de emitir luz la mañana de hoy víctima de implacable cáncer. Nadie de la familia tuvo el valor suficiente para despojarlo de su derecho a vivir por más que los últimos días fueron harto difíciles para él y para nosotros. Fue un perro muy valiente. Se quejó poco (casi nada) teniendo en cuenta el carácter violento y cruel de este mal. Kory hizo todo lo humanamente posible por ayudarlo a superar su crónico carcoma con algunas cirugías que si bien le proporcionaron mayor calidad de vida no fuero suficientes para detener la grana celeridad con la que se reproducían sus perturbadas células. Hoy todos lamentamos profusamente su ausencia. Desde hacía tiempo extrañaba ya su potente y grave ladrido. Cuando lo oían ladrar por primera vez casi siempre dudaban que ese ruido hubiera salido de la garganta de ese cuerpo larguirucho y achaparrado y no de un San Bernardo por ejemplo. Su patas cortas y grandes (de ahí el nombre de patón), sus orejes largas y sus ojos mustios le daban un aspecto de permanente melancolía. Era gran enemigo del agua. Más que miedo diría yo que era una primigenia fobia. No podía ver a nadie acercándose a él con más agua que la necesaria para beber sin que les lanzara los gruñidos más amenazantes de su repertorio. Solo mi cuñado Martín tenía la osadía de bañarlo, no sin antes haberse jondeado un par de tragos rasposos (esto último solo es suposición). Alguna experiencia traumática con este líquido debió haberle sucedido a patón cuando era cachorro como para haberle provocado tamaña y perdurable impresión. Otra de sus aversiones incontrolables era su temor a las jeringas. Querer administrarle una vacuna a patón era tanto como quererle hacer trenzas a medusa. Bañarlo o inyectarlo era algo así como mirar a los ojos al chamuco. Ante semejantes amenazas su apacible carácter se transformaba de inmediato en un tornado al puro estilo de aquel diablo de tasmania de las caricaturas. Lejos de la presencia de estos dos mortíferos elementos despertaba la ternura de cualquiera que se le acercara nada más mirarle a los ojos. Eso sí, compartía con Gladis la glotonería por el pan dulce. Si alguien lo hubiera querido envenenar nada más sencillo que explotar esta debilidad para acometer su fechoría. Si para nosotros la ausencia de patón representa una sensible pérdida, para niño (nuestro perro boxer), que fue por muchos años su inseparable compañero represetará un insospechado quebranto. Te extrañaremos todos buen amigo patón.
1 comentario:
No hay formas de olvidar a las mascotas, cuando estas se han aderido a nuestros sentimientos, por razones obvias, son tan tiernos y melancolicos, llenos de una gracia innata, por algo estan presentes en la vida de los seres humanos tal vez tengan algun proposito de coexistir, en torno a nosotros, solo que el mal separa a los seres queridos de nuestra propia especie, asi tambien se enzaña con llos amimalitos que nos hacen compañia, cuanto lo sientos saludos.....
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