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sábado, diciembre 07, 2013

Cosas que pasan

Este mes el tráfico en Villahermosa ha estado espantoso. El trayecto a mi trabajo que normalmente me lleva 15 minutos, ahora me ha llevado entre una y dos horas. Es una salvajada. Y es que al gobierno estatal se le ocurrió empezar este mes las obras viales pendientes de todo el año. Es desesperante tratar de cruzar un puente que tiene sólo un carril y hay cinco filas de vehículos queriendo atravesarlo a la vez. Y si esto fuera poco, agréguese el detalle que dicho puente desemboca en un crucero que parece un auténtico nudo mixteco. Hay sólo dos vías para ir a mi trabajo, desafortunadamente cada una tiene su puente (pigua y samarkanda), o nudo, o vómito, como se le quiera llamar. Si aquel es un nudo mixteco, este es uno de marinero. En estos embotellamientos me ha tocado ver lo peor del comportamiento humano. El carril autorizado para el cruce de cualquier puente es el que desemboca directamente en él, toda persona lo sabe, o cuando menos lo intuye. He calculado, en medio de este río caudaloso de vehículos, que sólo un tercio de los conductores respetamos esta convención civilizada. Los otros dos tercios, violando vilmente los reglamentos y el derecho de los demás, quieren arrebatar a como de lugar un espacio. Para lograr su propósito de animal depredador (con el perdón de estos inocentes animales), invaden el carril contrario para luego, cien metros más adelante, intentar meterse a la brava en la fila correcta echándote el carro encima, o bien, dirigiéndote miradas suplicantes para que los dejes incorporarse, después de que en su loca carrera de "rápido y furioso" se encuentran de frente con un trailer cuyo conductor, con una sonrisa torva de drogo, está dispuesto a darles un besito con su parachoques de metal. Me tocó apenas hace unos días, ser testigo del comportamiento escasamente humano de un conductor que manejaba una mini van tan vieja como la rueda atiborrada de gente, entre ellos muchos niños. Mientras nuestra fila estaba detenida, vi por el retrovisor que venía en sentido contrario mientras que en el otro sentido (el correcto), venía un camión de pasajeros sin traza de detenerse. Para evitar el encontronazo que seguramente el conductor del camión urbano (relamiendose los labios) deseaba, la mini van se me pegó tanto que rozó mi retrovisor al tiempo que el camión pasaba como flecha entre agudos rechinidos. Atrás de este primer camión pasó otro, y luego otro. Los niños que iban en el interior de la mini van, me miraban suplicantes con su ojito lagrimosos, su rostro entre pálido y cenizo, y los hombres y mujeres, con los ojos como platos, y sus brazos como tenazas alrededor de sus hijos, soltaban gritos roncos de terror con cada camión que les pasaba rozando. Mientras sentía lástima y preocupación por todos ellos, buscaba la cara del conductor de la mini van para dirigirle una estrepitosa y merecida mentada de madre. Entonces, empezó a avanzar mi fila y esperé a que se hiciera un espacio para que, en contra de mi voluntad y sobre mi coraje, este hijo de la ... se metiera. Pues no contento con esta terrible acción, el muy cabrón volvió a invadir el carril contrario y a los 50 metros volvió a sucederle lo mismo. Estos comportamientos merecen cárcel y revocación de licencia de por vida. Muchos mexicanos están convencidos de que violar la Ley es un derecho ¿Quien dice que sólo los políticos tienen fuero? Bueno, pues lo dice la Ley, esa misma Ley que todos violamos cada día cuando nos estacionamos en las áreas para minusválidos, cuando circulamos por acotamientos, cuando nos pasamos la luz preventiva, cuando nos estacionamos en doble fila o tapamos cocheras, cuando en carretera rebasamos por el carril de baja, y si me sigo no acabo.

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