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martes, diciembre 31, 2013

Conversaciones triviales

Habíamos estado posponiendo la compra del pastel para el cumpleaños de Pedro desde el 27 de diciembre. Hoy fue el día elegido para comprarlo. No hubo una razón de peso. Finalmente su día de cumpleaños ya había pasado. Pudo haber sido cualquier otro día. Lo compramos de chocolate en "la casita azul" de plaza las Américas. No hubo velas en ese lugar y tuvimos que ir a comprarlas al chedrahui que está en la misma plaza. Entramos a la tienda, y como a diez pasos adelante:

Yo. Preguntemos por las velas a esa muchacha que estiba cajas de leche.
Gladis. Esa no sabe.
Yo. ¿Como haría para concluir que no sabe? -pensé.

Caminamos como diez minutos entre los pasillos de la tienda desparramando la mirada a derecha e izquierda buscando las velitas hasta que nos topamos con otro dependiente. A la pitonisa Gladis le sobrevino la revelación de que este sí sabía.

Yo. ¿Como llegaste a la conclusión de que este sí sabía?
Gladis. "Respuesta ininteligible".
Yo. Hea! Vamos al mismo lugar por el que entramos. Estoy seguro de que aquella joven bien pudo habernos dicho lo mismo que nos dijo éste con la diferencia de que nos hubiéramos ahorrado algunas docenas de pasos.
Gladis. Mutismo total.

Al volver al lugar por el que entramos, observé que la joven seguía estibando cajas de leche. Se me ocurrió comprobar mi hipótesis.

Yo. Disculpe señorita, ¿Puede usted indicarnos el lugar donde están las velitas para pastel?
Señorita. Ahí -apuntó con su dedo índice señalando un lugar diez pasos adelante.
Yo. ¿Ya ves que sí sabía?
Gladis. Pues fíjate que no estoy nada acongojada por saberlo.
Fin de conversación.

Es por mi conocido que a Gladis le retintinea el hígado costurar los botones que se desprenden de la ropa. Conversación en el carro:

Yo. ¡Mira! Se le está desprendiendo el botón a mi camisa ¿Te sabes las golondrinas?
Gladis. No.
Yo. Bueno, la tendré que cantar solo. Aaaa dóooondeeee iiiiiráaaas, veeeelóooz y faaaatigaaaaaaaada....

Mientras yo cantaba a todo pulmón mi postrero adiós al botón, Gladis, calmosamente, terminó de deshilarlo de la camisa. ¡Bravo!, surtió efecto mi pulla mezclada con chistorete -pensé. Ya libre el botón de su última atadura, la manita dulce y angelical que lo sostenía, lo lanzó con mucha enjundia por la ventanilla.

Gladis. Ya le habías cantado las golondrinas ¿qué no?
Yo. Si, estoy contento porque a este botón si logré despedirlo como dicta la ortodoxia.
Gladis. No te podrás quejar pues.

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