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domingo, mayo 15, 2005

Día de lluvia

Empezó a llover a las 4:30 p.m. Siempre la primera lluvia después de un período largo de calor es recibida con entusiasmo por todos los seres vivos. Hemos tenido días con temperaturas hasta de 40 °C en los que se dificulta realizar cualquier actividad física a la intemperie, y sin aire acondicionado se dificulta estar también en los interiores. Pero hoy es diferente, mientras llovía me senté en los escalones que están afuera de la casa resguardado por una marquesina. Desde allí, los distintos olores de la naturaleza se arremolinaban excitados alrededor de las fosas de mi nariz queriendo introducirse simultáneamente a los pulmones como murciélagos a su cueva. Los colores de las flores aparecían a mi vista más vivos que de costumbre, acentuados de seguro por el roce con las miles de gotas cristalinas caídas diagonalmente arrastradas por la fuerza del viento que azotaba.
Algunas aves competían por el trino más florido tratando de establecer o reafirmar su posición o jerarquía ante los demás, mientras otras revoloteaban con júbilo en el interior de algún charco recién formado por la copiosa lluvia. Mi piel se regocijó con la sensación que le produjo el contacto íntimo con las gotas diminutas de rocío que se arremolinaban en su superficie produciendo un efecto general de bienestar. La tierra absorbía como esponja el líquido derramado con abundancia por las nubes, retribuyendo en gratitud al ambiente un olor a tierra mojada que me producía un efecto tranquilizador salpicado de nostalgia.

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