Se terminaron los días de descanso para Pedro. Hoy esta en Guadalajara preparándose para recibir mañana su primer día de clases del semestre número cuatro. ¡Ya se fue Pedro! –Dice Ale en un tono de lamento. Siempre anduvieron de pleito, pero a donde quiera que fuera uno, se le unía el otro. Casi a diario había en casa un amigo (o muchos) de uno o de otro, o en casos extremos, coincidían los amigos de ambos. En otras ocasiones ambos agarraban camino al cine, al antro (como ellos dicen) o a la casa de un amigo o amiga en común. Nunca les faltó ingenio para mantenerse alejados de hacer cosas de provecho. Gladis, cansada de que le dejaran sus hijos (y amigos) montones de vasos y paltos sucios, se vio obligada a escribir en el vidrio del ventanal de la cocina (enfrente del fregadero) “laven sus trastes”. Como la solicitud no obtuvo la respuesta esperada, Gladis antepuso a la leyenda los nombres de las personas a quienes iba dirigida. Esa leyenda continúa en el mismo lugar como recordatorio de los días azarosos que pasaron los platos y vasos de esta casa. Este día nuestra casa volvió a tener sus tres elementos acostumbrados y ya se extraña en ella los susurros y las risas joviales de sus visitantes ocasionales. Extrañaré en los próximos meses la pregunta con la que Pedro me recibía a menudo cuando llegaba del trabajo ¿Vas a ocupar el coche en la tarde? Ahora, mientras escribo esto recordé la última recomendación que le hiciera antes de despedirnos; ojala la cumpla. Últimamente mis recomendaciones le han entrado por una oreja y le han salido (muy rápido) por la otra sin barrera que las atore un ratito.
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