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martes, enero 29, 2008

Gladis y las pastillas

Es legendaria la malversación que Gladis tiene contra las pastillas, tabletas, comprimidos, o todo aquello que tenga la función de tragarse para curar algún mal. Toda vez que tiene que aliviarse de alguna enfermedad o combatir alguna de sus múltiples alergias (que por desgracia son muchas), es digno de ver el ritual que con enconado apego a la exactitud lleva a cabo cuando tiene que tragar una pastilla. El Ritual da inicio cuando pone el frasquito en la mesa con las susodichas pastillas frente a ella, mira un rato el contenedor de vidrio (o plástico) tratando de imaginar la trayectoria que tomarán las tabletas en su garganta después de tragadas ¿Me pasaran? ¿Tomarán algún atajo inesperado que me impida respirar? ¿Me pondrán morada? ¿Me llenaré de ronchas? Después de pensar en todas las posibilidades que podrían llevar las cosas a un desenlace catastrófico, se levanta para buscar una piedra lisa (ya tiene una con este fin específico). Después pasa a la alacena por una bolsita de plástico de esas que se utilizan para guardar especies. Se dirige luego a la mesa donde la aguarda la botellita con su maldito contenido, y haciendo de tripas corazón, mete el dedo índice a su interior para sacar su tormento en forma de comprimido. Después coloca la ruedita, que ante sus ojos adquiere la dimensión de un plato pozolero, sobre la bolsita de plástico (previamente extendida sobre la mesa) y empieza a azotarla con frenesí con la piedra hasta convertirla en un talco finísimo. El taca, taca, taca, dura unos 10 minutos, tiempo en el cual ella suda, se muerde la lengua, se quita el mechón impertinente que le tapa la visión, y sobre todo descarga el coraje por el trago amargo que esta a punto de tomar. Antes que este ritual inicie, ya tiene preparados varios contenedores vacíos para llenarlos con el talco recién hecho (son cápsulas plásticas a las que con toda calma y con bastante anticipación les ha tirado el medicamento que contienen). Después de haber llenado las cápsulas con el nuevo contenido, las mira otro ratito, como dándose los ánimos para dar el paso final. Entonces se levanta una vez más para servirse un vaso con agua y se sienta otro ratito con el fin darse valor y reanudar tan ardua y peligrosa labor. El ritual termina con un movimiento desenfrenado de pescuezo y cabeza que alternadamente mueve hacia atrás y adelante igual que lo hace un pollo sediento al tomar agua.

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