Algunos días de esta semana llegaron con regalo. Uno día trajo una mañana vestida de neblina. El alba de ese día fue vaporosa, humeante, difusa y cargada de misterioso. Ese día nació sin horizonte. El ambiente no era malo, ni triste, ni pesado, solo era diferente. Tal vez las nubes cansadas de su vagancia celestial bajaron a la tierra a divertirse con la gente. Otro día nuestra gardenia nos regalo una flor…una sola rosa blanca. Esa mañana, al ir a trabajar, alcancé a distinguir apenas de reojo una mancha blanca en medio del follaje verde, eran cuatro pétalos en forma de estrella con un botón gordo a la mitad. Me acerqué, aspiré su fuerte y magnifico aroma, la toqué y la sentí cremosa, blanda, tierna. Su perfume me recuerda algo muy remoto que no puedo identificar. Es la segunda vez que florea en los cuatro años que tiene de vida. En cada floración…una sola flor. Otro día trajo una intensa lluvia, probablemente la última de la estación invernal. Fue un día fresco, ideal para dormir bien y de un tirón, y ese fue mi caso. Esta semana también le regaló al mes un día de pilón, el 29 de febrero. Este día no regresará hasta el 2012, para entonces, probablemente seremos ya abuelos y quizá habremos dejado atrás los sobresaltos de las colegiaturas. Por lo pronto, seguiré siendo testigo del vuelo azaroso de las hojas de los arboles que después de desprenderse de la rama familiar se dirigen a cumplir su última encomienda: recordar a Gladis que hay un mango en el jardín.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario