Visitas de la última semana

sábado, noviembre 15, 2014

La tarjeta del insen

Fui la noche de hoy a un Chedraui de Tampico. Solo fui por acompañar en las compras a mis compañeros de infortunio. Estando ahí se me ocurrió comprar una caja de espaven enzimatico previendo el impacto nocturno de 6 tacos de cecina que recién había engullido con más voracidad que gusto
-¿Cuanto es? pregunté a la diligente dependienta de la farmacia.
-Son 110 pesos, me respondió mientras empacaba mi compra en una bolsita de plástico.
Le extendí un billete de 200 pesos
-Aquí tiene, dije apresurado mientras buscaba con la mirada a mis compañeros entre un hervidero de consumidores que en ese momento aprovechaban las "ofertas" del "buen fin". Luego, escuche aquella pregunta que la dependienta lanzó al aire frío de la noche como sin nada
-¿Trae su tarjeta del insen?
Yo busqué a mi alrededor a la persona encorvada, menguada en carnes, rostro enjuto y apergaminado, de pelo ralo y cano oloroso a naftalina, que fuera la posible destinataria de aquella pregunta tan ¿obvia?. Descubrí horrorizado que en ese momento yo era la única persona presente en el mostrador. Con la duda y el desconcierto pegadas a mi rostro comprendí entonces que esa pregunta tan mal intencionada estaba dirigida a mi. Fue entonces que sentí el peso de los años que llevo encima (que sin ser dramático ni son tantos). Como si se tratara de un continuo tañer de campana, en mi interior se siguió escuchando por largo tiempo el eco de aquella ingratitud de sentencia ¿Tarjeta de insen? ¿Tarjeta de insen? ¿Tarjeta de insen?

martes, noviembre 04, 2014

Correo a un compañero de universidad

Arturo, te envío un afectuoso saludo. Supe por este medio, aunque tarde, del gran acontecimiento que los reunió el año pasado derivado de haber terminado nuestra carrera (y no al contrario) de Ingenieros Mecánicos Electricistas en la Universidad de Guadalajara hace ya 30 años. Celebro que aun los una ese fuerte vinculo fraterno que se fortaleció poco a poco gracias a las dificultades y peligros que sorteamos juntos en aquellos campos tecnológicos minados de pesadas integrales y espantosas derivadas. Me dio mucho gusto y también una desmesurada nostalgia cuando vi las fotografías que acertadamente enviaron en forma masiva a todos los destinatarios de nuestro grupo. Aquí las caché, en Ciudad Madero Tamaulipas, lugar en el que provisionalmente me encuentro trabajando dese hace poco más de dos meses. Fue pura casualidad haberme enterado de este importante acontecimiento debido a que desde hace años no utilizo los correos que ustedes tienen registrados. Padecí un poco para reconocer a algunos de nuestros condiscípulos. Llegar a reconocerlos me obligo a hacer acopio de amplio esfuerzo para retirarles mentalmente la pátina (más gruesa en unos que en otros) que sin nuestro consentimiento, nos dejo en depósito el inmutable y omnipresente tiempo.
Recuerdo vivamente el día en que tú y yo íbamos montados en aquel jeep rojo descapotable que tú tenías en aquella época y que me gustaba tanto por su desparpajada originalidad. Recuerdo que en él recorríamos una amplia avenida, quizás se trataba de la calzada independencia. Ninguna originalidad hubiera tenido aquel día de no haber sido por la copiosa lluvia que nos sorprendió en el camino y que nos hizo blanco del agua turbia de todos los encharcamientos que gustosamente y con mucho tino nos lanzaron los camiones y los coches que nos rebasaron. Sale sobrando decir que llegamos a nuestro destino empapados como esponjas de fregadero y escupiendo larvas vivas de ajolotes y charales.
También recuerdo la excursión que se organizó a tu tierra natal Tlalpujahuilla con la idea de rescatar los despojos de una avioneta siniestrada y abandonada por razones para mi "desconocidas" en un terreno agreste y despoblado colindante con esa población. Lo que aun conservo fresco en la memoria relacionado con esos días fue el susto que nos hizo pasar una madrugada el maestro que nos dio la materia de control (no recuerdo su nombre) cuando al llegar a una sorpresiva T (él, su bochito, y tres o cuatro de nosotros) se siguió despreocupadamente de frente sin disminuir la velocidad. Gracias a los chicoteos que las ramas producían al golpear la laminación, a los violentos tumbos y reparos como de jaripeo, y a los desesperados volantazos que el conductor daba tratando de evitar colisiones graves, descubrimos con horror que el asfalto de la carretera había desaparecido, y había tomado su lugar una llanura empedrada, algunas depresiones traicioneras y un enjambre de breñales punzantes y chapuceros. Afortunadamente el bochito se detuvo metros adelante gracias a una cuneta de poca profundidad y también al temple y a la pericia de nuestro conductor.
Recuerdo gratamente las grandes "disertaciones filosóficas" en que nos ocupábamos, entre clase y clase, mi entrañable amigo y compañero Eliseo y Yo; disertaciones que giraban en torno a la cosmovisión que se adueñó de las mentes de la generación beat estadounidense; pláticas que siempre acompañábamos con bastante humo de cigarrillo barato y de abundante café caliente "pintadito" servido en un vaso de unicel. Son treinta años de no saber absolutamente nada de este notable amigo huesudo de tez blanca parecida a la cera, de pelo cano y aspecto de boxeador aventajado, de andar garboso y pausado, y de apariencia algo ajada. Todo esto lo hacía proyectar a los demás una cierta hosquedad y un sobrado aire de experto perdonavidas. Sin embargo, todo esto era un ensayo bien montado a la manera de Salvador Dalí o de Juan José Arreola. En realidad era una persona hospitalaria, de brazos abiertos, de trato sincero y muy generosa.
Recuerdo a nuestro líder universitario Gaudencio que era nuestro vinculo con la otrora poderosa (y ahora tristemente célebre) Federación de Estudiantes de Guadalajara. 
Podría continuar dando cuerda a la máquina oxidada en la que tengo guardados los recuerdos de esa época; pero el crujir de sus engranes y el rechinido de su poleas me recuerdan que sus fierros oxidados ya no están en condiciones de emprender grandes esfuerzos. Así que mejor le paro antes que se me reviente una banda o se me fracture una polea.
Te envío un abrazo acompañado de mis más sinceros deseos de salud y bienestar para ti y tu familia.
 

sábado, octubre 04, 2014

Monólogo de Alex Jr

Es una lástima que nadie registrara el día en que yo dejé de apoyarme en los muebles para empezar a caminar libre como el viento. Mi abuelo, ese que siempre anda ausente (y por consiguiente el menos indicado para opinar), cree que esto sucedió en alguna semana de septiembre de 2014. No sé si creerle o no. Máxime que el tiene un mes lejos de aquí y cerca de la playa Miramar de Tampico Tamaulipas. Además, es muy dado en hacerse acompañar de eso que muchos llaman despectivamente fantasía. Ésta lo reclama con bastante frecuencia y prontitud. A veces llega con el cuento ese de haber estado platicando en una cueva de una "Isla Misteriosa" con el ingeniero Ciro Smith y el famosísimo capitán Nemo ¡háganme ustedes el favor! Luego se brinca sin más a aquella narración que le hizo nada menos que la propia muerte relacionada con una niña de nombre Liesel Meminger que gustaba de robar libros en la Alemania nazi y los leía entre los escombros dejados por los bombarderos de la Segunda Guerra Mundial. Para mi tía Ale estos robos no tienen explicación ¿En qué mente enferma cabe robar libros? ¡Guacala! ¡Ella lo entendería mejor si en lugar de libros hubieran sido botellas de "Johnnie Walker Gold Label" Luego, como si esto fuera poco, se va por la libre a narrar la historia que un chico de 15 años con síndrome de Asperger de nombre Christipher John Francis Boone le contó quien sabe cuando, sobre el "curioso incidente del perro a media noche"; o aquellas sabrosas tardes dice él, en que sentado en una confortable banca metálica en un apacible parque a la sombra de un imponente auheuhete escuchaba el parloteo sostenido entre la inteligente y dulce anciana Margueritte y aquel adulto grandulón con alma de niño del que todos se aprovechaban llamado Germain Chazes mientras daban migas de pan a las palomas. Por todo esto y más, está en grave duda creer en la aseveración que hace el abuelo: la que afirma que yo empezé a caminar, pero de verdad a caminar, en alguna semana de nuestro muy queridísimo mes patrio ¿Alguien que lo confirme o lo desmienta? Claro, mi tío Pedro queda excluido. Él esta peor de noticias mías que el abuelo. Además, en lugar de robar libros, él hubiera preferido que Liesel robara cervezas heineken de la competencia de Mosto&Malta.

lunes, julio 21, 2014

Limpio

Ayer terminé el último día de mi tratamiento contra la psoriasis. Duró 45 días. Más del 50 por ciento de mi cuerpo estaba gravemente afectado por este mal con fama comprobada de no tener cura. Después de dos años de padecer este trastorno y ser testigo de su progresivo agravamiento con todo y la aplicación de medicamentos costosos decidimos Gladis y Yo buscar soluciones alternativas. Nuestra búsqueda nos condujo hasta una clínica ubicada en la periferia de Mérida Yucatán. Ésta primera consulta fue el principio del fin de mi tenaz psoriasis. Ahora mi piel luce tan sana como antes; completamente limpia. Con el agregado de ostentar ahora un estupendo bronceado. Las bermudas que hacía dos años no utilizaba, volvieron a salir del closet, felices de que su encierro haya por fin terminado. Para mi fueron 45 días de ayuno de letras, de sueño voluble y quemadas de sol. Para Gladis fueron 45 días de silente trabajo y paciente abnegación. Ahora la inquietante pregunta es ¿algún día retornará? Mi médico afirma que la curación es definitiva pero que me dará de alta hasta después de dos años, tiempo en que le estaré enviando una vez cada dos meses ciertos estudios de laboratorio. Tengo fe en que así será. Por lo pronto me siento liberado de un gran peso.

viernes, julio 18, 2014

Canícula

Desanimo total del aire, que yace lánguido sobre calles boquiabiertas. Banquetas que marchitan caminantes con sus miradas de rayo incandescente. Resuello caliente y abultado que se clava fiero en las paredes del gaznate. Agua salada que escurre veloz por llanos de pelambre hirsuto y tieso. Sol fogoso que abraza con caldeado vaho y rictus iracundo. Todo es un comal lengüeteado por las llamas rojas de un hogar puesto a punto para hacer diez kilos de tortillas de maíz nuevo. Las almas marchan lentas y cabizbajas bajo un colérico cielo azul de calva metálica y relumbrosa, o esperan inertes en la esquina, con el ánimo quebradizo, el esporádico paso de su camión. Ojos que se humedecen tras los cristales empañados de los lentes. Gotas gordas de sudor, que locas de rabia, se despeñan con pulcro heroísmo desde la cumbre de la nariz. Árboles con hojas quitas que resguardan el volátil sueño de los pajaritos. Iguanas tan inmóviles que parecen fotografías.

lunes, julio 14, 2014

Tomás

Tenía más de 35 años de no saber nada de Tomás. El Chino, como cariñosamente le decíamos sus amigos de secundaria. Recuerdo con claridad su piel apiñonada y su gran cabeza coronada por un pelo castaño ensortijado peinado al estilo afro. Le gustaba proyectar una imagen de chico malo que intimidaba al primer vistazo. Ahora me recuerda a Holden Caulfield protagonista de la novela El Guardián entre el Centeno. Pero una vez que entreabría esa cortina de hierro dejaba al descubierto un corazón tan noble como la madera de caoba o de nogal. En aquel tiempo las revueltas estudiantiles eran muy frecuentes y las autoridades muy tolerantes con ellas. Hablo del año 1973. Había que ser duro ante los demás si se quería sobrevivir en aquel ambiente fogoso lleno de adolescentes que desbordaban testosterona, anhelantes de ejercer su recién adquirida libertad. En aquel tiempo los estudiantes tenían licencia para saquear. Un día se les ocurría sin más secuestrar un camión urbano con todo y chofer, y otro día también. Así, dueños de camiones y de sí mismos, recorrían la ciudad asaltando los camiones repartidores de refresco, las tiendas de abarrotes y de licores, y todo lo que se interponía en su camino. Con el botín amablemente recaudado, se iban de camping a los balnearios de las afueras de la ciudad a comer y a libar como auténticos cosacos. Afortunadamente nuestro interés (de Tomás, de Isidro y mío) iba en otra dirección: la música. Isidro y Yo le rascábamos algo a la guitarra y se nos metió un día en la cabeza formar un grupo musical. Así, sin más ¿Y el baterista? Quién será el baterista? -nos preguntamos. Yo mero -propuso Tomás. Y fue así que nació el primer grupo llamado Límite: guitarra, bajo y batería. La primera voz la hacia Isidro y el coro lo hacia Tomás. Empezamos a ensayar en la casa de Isidro que estaba muy cerca del parque Gonzalez Gallo de Guadalajara. Fue una época de aprendizaje acelerado y pocas semanas después ya teníamos nuestra primer tocada que fue preámbulo de muchas más. Teníamos 15 o 16 años de edad y tocábamos palomazos en tardeadas organizadas en la colonia Talpita, frente a la iglesia, en el tercer piso de una casa que hacia esquina con la 56. Éramos bastante aventados. Nunca nos frenó el temor a hacer el ridículo. No obteniamos ningún beneficio de las tocadas, ni siquiera sacábamos para pagar los camiones. Lo que se ahorraba se invertía en instrumentos y accesorios musicales. Tocábamos por puro amor al arte. Mientras nosotros ensayábamos y amenizábamos fiestas privadas, el estudiantado se convulsionaba en una guerra intestina entre partidarios de la FEG y de la FER. Nacía la liga comunista 23 de septiembre cuya base se formó con estudiantes de la FER y de la pandilla de los Vikingos de la colonia San Andrés. Fue una época difícil para los estudiantes de secundaria y preparatoria. Muchos de ellos fueron seducidos por la corriente libertaria del Che Guevara y Fidel Castro que los animó a participar activamente en actividades de resistencia civil que los empujó poco después a la desigual lucha armada clandestina en la que casi todos murieron violentamente. La mía fue una generación de nacidos para perder. A Tomás, a Isidro y a mi nos salvó nuestra gran amistad y nuestro sincero amor por la música. Nos dio algo más en que pensar. Hoy marchamos separados, pero siempre estaremos hermanados por la amistad y los recónditos secretos de la música. Envío un afectuoso abrazo a mis queridos amigos de adolescencia, esperando que sus nietos encuentren amistades tan firmes y duraderas como la nuestra.

sábado, julio 12, 2014

Entre olvidos y desusos

A ninguno de mis hijos les emocionan las letras como a mi. Ellos nacieron en la época de la cultura fast track; de los mini mensajes comunicados en tiempo real por dispositivos inalámbricos; de las imágenes que recorren el mundo instantáneamente por redes de fibra óptica. Época en que el arte clásico se transforma en una especie de performance beat, tirando a gore. Época en que las novelas de lobos y vampiros, y los best sellers de superación personal inundan los gustos de las personas y los estantes de las librerías. Vivimos en una era en que se rinde culto a la imagen mientras que las palabras mueren lentamente de inanición en los húmedos sótanos, en los oscuros áticos, en las polvorientas bibliotecas y en las arcaicas librerías. De las bibliotecas ya ni hablar ¿alguien sabe lo que son? Anualmente desaparecen decenas de palabras de los diccionarios víctimas del olvido. Sus epitafios bien podrían decir "extinguidas por desuso". Hoy en día la obesidad esta mal vista hasta en los diccionarios; en los libros ni se diga. George Orwell vaticinó en su novela futurista 1984 que viviríamos en sociedades sin libros cuyo idioma no sobrepasarían de 1000 palabras. Esta realidad de comunicación, saturada de señas y acrónimos, ya se vive hoy día en las redes sociales. Si los hombres del las cavernas tenían una buena vida igualitaria sin que hubieran palabras ni diccionarios ¿por qué carajos nosotros no podríamos hacer los mismo? ¿Para qué querríamos tantas palabras rompe cocos en una sociedad que se admira porque una imagen dice más que 1000 de ellas? Mejor aceleremos el paso para llegar más pronto a ese futuro orwelliano de permanente reality show en donde la responsabilidad de los bomberos no era apagar incendios sino provocarlos, manteniendo las llamas vivas con el combustible de los libros; entonces si, entre más gordos mejor. No sé si ya llegó el día en que deba dejar mi puesto de promotor de lectura entre mis allegados, con resultados bastante pírricos por cierto. He confirmado que los promotores de mayor éxito en esta tierra tropical no son los que ofrecen excursiones a los rebuscados y oníricos paraísos del arte. Claro que no. Los promotores que realmente rifan en estas tierras hidrocálidas son los que ofrecen excursiones a recintos con buena comida, buena bebida, buena música y buenas pantallas; y si tu pagas mejor. No hay quién, estando en sus cabales, se rehuse a una invitación de esta manufactura ¿Para qué pensar tanto en crear imágenes a partir de oraciones y frases infumables si existe un mundo lleno de preciosas imágenes en Youtube, en el cine, o en la tele? Es mejor no fastidiar y guardar sólo para mi esta arcana y desusada preferencia.

domingo, mayo 11, 2014

Cuando de elegir se trata

¿Si las elecciones que se hacen en el presente modifican invariablemente el futuro, por qué la mayoría de las personas eligen decir o hacer cosas trascendentes tan a la ligera? Estoy seguro que las emociones juegan un papel muy importante a la hora de elegir lo que se dice o lo que se hace a las demás personas. La tristeza, el odio, el amor, el resentimiento, la felicidad, la depresión, el miedo, la desesperanza, etc., son los agentes principales que modifican y conforman el futuro de las personas. Si en un momento determinado se tiene que elegir un color, probablemente este se elegirá de acuerdo al estado de ánimo que la persona guarde en ese instante. Cualquiera que sea el color de su elección, el resultado tendrá el potencial de cambiar inexorablemente su futuro. Es frecuente la creencia en las personas de que las elecciones pasan primero por el filtro del razonamiento. Esto es cierto solo cuando las emociones son neutras en el mismo instante en que se hace una elección. De otro modo la nublan y la inhabilitan; la emoción toma el control. No es necesario ser burro para cometer burradas. Es suficiente con estar emocionalmente desequilibrado (dominado excesivamente por una emoción). A las emociones les vale grillo el futuro de las personas. Las emociones responden a necesidades inmediatas. Les importa un soberano cacahuate lo que una mala elección pueda influir después en las relaciones personales. Les importa un bledo el mañana de las personas y sus relaciones de pacotilla. A ellas les importa el "ahora". Les urge aliviar la presión y el desasosiego que les produce la emoción que en ese momento las ahoga o las seduce. Entonces explotan los dimes y diretes sin ton ni son y sin medida; los lances sobrevienen en cadena y en oleadas, imparables e implacables, con el poder ascendente de una avalancha, graves como el trueno y deslumbrantes como el relámpago. Las personas reciben diariamente del entorno gran cantidad de estímulos que le avivan las emociones. Lo prudente es no responder inmediatamente a aquellos estímulos, mucho menos si el origen del estímulo está cercano o al alcance de la palabra, y micho menos si se tiene con el origen del estímulo una relación de parentesco, y mucho menos si esa relación de parentesco es muy cercana. De aquí viene el sensato dicho que recomienda contar hasta 10 antes de dar el próximo paso. Yo recomendaría contar de 0.1 en 0.1 hasta 100 (objetivo difícil, lo reconozco, alcanzable solo para anacoretas). Todo esto aplica si las personas desean mantener siempre abierta la puerta del corazón a aquellas otras que son o han sido importantes en su vida. Si esto no es así, entonces no importa quién sea el responsable de responder a los estímulos: razón o emoción serán lo mismo. Una respuesta muy socorrida y efectiva ante los estímulos que excitan las emociones es posicionarse en el otro extremo: la del silencio. Aplicar la ley del hielo. La más sutil y la más poderosa respuesta para alejar a las personas que nos producen urticaria de nuestro lado y decirles que no nos importan ni nos agradan es no decirles nada o no hacer nada con ellas. Existe otro dicho que bien serviría de epitafio a esta actitud: al buen entendedor pocas palabras. Si, también en el silencio hay mucha información.

miércoles, marzo 26, 2014

Deportados

Llegué a México a las 21:30 horas. Había en el aeropuerto el mismo ajetreo de siempre. Pasajeros yendo y viniendo con pasos apresurados arrastrando sus maletas de rueditas. Algunos bajando de prisa de los autos; otros subiéndose en ellos. Yo caminaba a la zona de taxis para abordar uno que me llevara al hotel. Me detuve un momento para buscar la fila del anden tres de donde siempre salen los taxis que normalmente uso. En esta tarea estaba cuando se me acercó un joven como de 25 años. Vestía camisa a cuadros de manga corta combinada con un pantalón de mezclilla deslavado. Su apariencia era la de un sujeto de clase media venido a menos. Cargaba en la espalda una mochila negra muy pequeña en la que apenas cabría una muda de ropa veraniega. Se me figuró que su indumentaria no encajaba en aquel entorno plagado de turistas, jóvenes esnob y ejecutivos de pasarela. Me abordó con timidez y me lanzó sin preámbulo previo el siguiente relato: "Acabo de ser deportado por la migra de Estados Unidos. Me dejaron en custodia con las autoridades de aquí desde ayer. Mi hermano y yo duramos detenidos 24 horas y apenas nos liberaron hace un par de horas. Nuestro capital lo compone tan sólo lo que llevamos encima. Nos deportaron junto con otros veinte Sudamericanos. No podemos salir y no sabemos que hacer o a quién acudir. Un policía federal nos aconsejó no salir del aeropuerto porque nuestra condición nos haría vulnerables afuera. También nos dijo que no podíamos permanecer mucho tiempo aquí porque nos íbamos a meter en problemas. Nos recomendó pedir ayuda por teléfono a algún conocido pero la verdad es que no conocemos a nadie. Mi nombre es Rodrigo, soy de Ocotlán Jalisco y juro por Dios que nunca nos hemos visto en un estado de desamparo como el de ahora. Llegamos a Estados Unidos hace dos meses. El primer mes mi hermano Alan y yo compramos un carro y se nos hizo fácil sobreponerle unas placas ¡Que gran estupidez! El segundo mes lo pasamos en prisión por esta mala idea. El mismo día que nos liberaron nos subieron al avión que nos trajo a botar aquí. Traíamos 20 dólares que sirvieron sólo para mitigar un poco el hambre. Estamos desesperados. Hemos solicitado ayuda a varias personas de aquí. No hemos conseguido nada. Solo malos tratos. Mientras escuchaba la desventura de Rodrigo advertí la presencia de una persona que nos miraba insistente. Estaba como a cinco metros de distancia y pude apreciar el sorprendente parecido que tenía con Rodrigo. Su cara denotaba preocupación. Rodrigo le hizo una señal tranquilizadora con la mano. Esbozó una sonrisa forzada y desapareció entre la gente. Es mi hermano -dijo diligente Rodrigo. Somos gemelos". De alguna forma que no alcancé a comprender, Rodrigo me vio como una isla pequeña perdida en un Océano enorme. Isla a la que se aferró con una alta dosis de fe, cansado de andar tanto tiempo a la deriva. Sus esfuerzos estaban concentrados en regresar a Ocotlán y volver junto a la inagotable fuente de tibieza que nos brinda el amor familiar.

martes, marzo 18, 2014

Ida y vuelta a Balancán

Ayer estuvimos en Balancán Tabasco. Fuimos al sepelio de Doña Flor; señora muy querida por la familia Burelo. Fuimos Doña Maty, Maty Jr, Gladis y Yo. Hicimos dos horas y media desde Villahermosa hasta Balancán. Pasé cinco horas ante el volante de la minivan de Maty. Salimos de Villahermosa como a las 8:30 AM y llegamos a Balancán a las 11 AM. Durante la mayor parte del trayecto (ida y vuelta), nos acompañó una lluvia ligera bastante terca. Toda nuestra estancia en Balancán la pasamos resguardandonos de un aguacero de intensidad variable. A veces era una lluvia suave y fina, como los hilos de una telaraña; otras veces era una lluvia áspera y tosca, como los hilos de un costal de ixtle. Gladis fue la más previsora de todos; como siempre sucede. Su sensible barómetro interior le aconsejó llevar ese día, con todo y nuestras descaradas burlas, un abrigo de lana gruesa. A los ojos de los demás, nada en el cielo parecía anunciar lluvia. El aguacero nos tomó a todos por sorpresa. En esta ocasión solo Gladis sonreía. Tuvimos que hacerle frente vestidos sólo con unas raquíticas ropitas de verano muy delgadas. Eso si, aunque mojados y ateridos, nos alcanzo el ánimo para comprar mojarras para comer todo un mes; mojarras criadas en las tranquilas y arenosas aguas del río Usumacinta. Este río es muy traicionero -me comentó Quézia, nieta de Doña Flor, mientras contemplábamos pasar su lento y pesado caudal ocre desde el costado del malecón. Cada año cobra a Balancán un tributo en ahogamientos. La mayoría de los ahogados son estudiantes adolescentes con la sangre saturada de testosterona y deseosos de reafirmar su masculinidad ante sus iguales. Con este objetivo en mente se internan en sus aguas aparentemente tranquilas intentando cruzarlo a nado. Nada se puede hacer por ellos cuando a la mitad del río los sorprende un calambre en alguna de sus extremidades motoras. En estos casos la ayuda llega a ellos demasiado tarde; el río los engulle rápido y se los lleva lejos. Aquí mismo se celebra anualmente la pesca del robalo -continuó Quézia. En esta competencia, la parte del río en la que estamos ahora  se llena de embarcaciones con sus tripulaciones dispuestas a sacar el robalo de mayor peso que les haga ganar la competencia. Las embarcaciones bajan al río para ser botadas al agua por aquella rampa que se ve allá. Luego toman posiciones en el río que cada tripulación selecciona con una dosis más de fe que de técnica pesquera. Mientras Quézia me contaba todo esto yo miraba un grupo de aves negras que nadaban perezosas por la superficie rizada del Usumacinta. Sobresalían del agua sólo sus cuellos y cabezas que en ocasiones desaparecían también. En las riberas y meandros del Usumacinta, que lo asemejan mucho a una serpiente gorda en continuo movimiento, se pueden ver pequeñas áreas de maíz y hortalizas que las personas laboriosas siembran entre una creciente y otra. Salimos de Balancán como a las 5 PM con la promesa de regresar a comer carnitas y chicharrones el fin de semana posterior a la Semana Santa.

domingo, marzo 02, 2014

Alex Jr 1

Ayer mis papás me llevaron a mi clase de estimulación temprana. Este es un lugar al que acuden muchos niños de mi edad a hacer un montón de cosas que a veces resultan divertidas. Esta vez hubo magia: hicieron aparecer en el aire unas esferas transparentes que parecían de cristal. Eran como pequeños espejos redondos que se mantenían sin ayuda de nadie suspendidos en el aire. Mientras estos globitos transparentes permanecían flotando a nuestro alrededor, cambiaban de color como los calamares: a veces eran verdes, a veces azules, otras veces rojos o amarillos. Cuando una de estas esferas traslúcidas se me acercaba mucho a la cara podía ver en su superficie curva unos monitos que se parecían mucho a mi mamá y a mi. Luego, cuando quería tomar una de estas bolas para verlas más de cerca ¡zas! ¡desaparecían! Se esfumaban como por arte de magia. Mi mamá y yo nos dimos a la tarea de hacerlas desaparecer con ahínco conforme iban apareciendo. Las había grandotas y pequeñitas; a mi me gustaban las grandotas porque eran más fáciles de agarrar y porque al desaparecer dejaban en mi mano una sensación fresca y chispeante como pringas de sal de uva en un vaso con agua. Cuando yo esté más aventajado en mis clases de estimulación temprana sabré muchas cosas más. No hay duda que así será. Sabré por ejemplo que a estas esferas se les conoce con el nombre de pompas de jabón. Claro, sabré también que la palabra pompa se utiliza para designar aquella parte del cuerpo que utilizamos para sentarnos; por eso, y para evitar malas interpretaciones, yo mejor les llamaré burbujas de jabón. También sabré que los colores con los que se visten las burbujas de jabón son los mismísimos colores que el arco iris utiliza para hacernos brotar los suspiros. Mis clases de estimulación temprana me animan a aprender cada vez más y mejor, y esto es lo que yo quiero. Como ya dije antes, soy una persona que tiene grandes aspiraciones. Así, cuando yo sea grande y tenga barba como mi papá, y me conozca la ciudad de cabo a rabo como mi mamá, podré conocer y disfrutar al máximo uno de los descubrimientos más grandes de la humanidad: la metáfora. Sólo entonces podré gozar de la herencia que nos han dejado tantos sabios que ya se fueron; herencia que este mundo, saturado de información, mucho desdeña. Quisiera (como mi abuelo Mario intenta), además de conocer el significado de las palabras, conocer algún día el significado de las ideas, ó memes, como los definió Richard Dawkins en su ensayo "el gen egoísta". Me gustaría mucho poder conocer las metáforas desde mi más temprana juventud como aquellas tejidas en los versos de "cantares" que escribió el gran poeta español Antonio Machado:

...yo amo los mundos sutiles,
ingrávidos y gentiles,
como pompas de jabón

N del T. Ustedes dirán que este Machado era un loquillo ¿Amaba los mundos sutiles? ¿cuántos mundos conocía el Sr Machado pues? ¿No andaría persiguiendo extraterrestres como Jaime Maussan? No, nada de eso. Los poetas se toman siempre holgadas libertades para construir sus propias metáforas. Aquí por ejemplo, si nos atenemos al refrán tan conocido que dice "cada cabeza es un mundo"; entonces, desde mi muy particular y humilde punto de vista, "los mundos" son "las personas". De aquí se desprende suponer que el poeta amaba realmente a poquísimas personas, puesto que en este recochino mundo, todos sabemos que es difícil encontrar personas que simultáneamente sean: sutiles, ingrávidas y gentiles...como pompas de jabón.

domingo, febrero 23, 2014

El presagio

Era una noche despejada, entre septiembre y octubre de 1965. La estación seca se adueñaba del ambiente y el frío otoñal deshojaba encinos y aporreaba mis cachetes. Tenía 6 años de edad, me faltaban escasos dos meses para cumplir 7. Estaba muy acostumbrado a ver el cielo nocturno de la Soledad, siempre cubierto de macizos de luces brillantes. Era un placer ver aquel cielo pacífico, imponente, inmóvil, luminoso, por el que, de vez en cuando, cruzaban estrellas fugaces dispuestas a cambiar de constelación. Me gustaba contemplar aquel cielo tumbado en la hierba o arrellanado entre manojos de tazole. Cuando por necesidad había que dormir en campo abierto, en la breve pausa de un viaje a caballo, contemplar el cielo era entregarse al descanso. Era como abandonarse en el amoroso regazo de una madre mientras nos cantaba salmos de sabiduría. Estaba lejos de sospechar que en pocas semanas no vería más aquel cielo. Esa noche en particular estaba de pie en el patio de la casa, dispuesto a mirar las estrellas apretujadas en el cielo. Pero esa noche el cielo lucía distinto. Había algo nuevo y desconcertante en él que me producía extrañeza, inquietud y temor; todo al mismo tiempo. Mis ojos jamás habían visto algo como aquello. Era como ver el ánima errante del Tata Lala envuelto en las llamas eternas del purgatorio. Yo me encontraba solo, parado entre un árbol de zapote y uno de colorines. Nos custodiaba una ancha cerca de piedra como de 1.5 metros de altura que rodeaba el patio de la casa. Yo miraba como hipnotizado aquella nueva y enorme mancha de luz plateada que flotaba inmóvil en el cielo. Colgaba en un lugar en el que días antes solo había luceros. Parecía como si un pintor, cansado de ver tanta uniformidad, hubiera dado un brochazo de pintura blanco titanio en el lienzo obscuro del cielo. Que espectáculo tan sobrecogedor, cuanta su inmensidad, cuanta nuestra pequeñez y nuestra soledad. Aquel evento astronómico se grabó tan fuertemente en mi memoria, que al recordarlo ahora, después de 50 años, siento en el cuerpo el mismo cosquilleo y excitación que sintió aquel niño de la Soledad llamado Mario, para quien aquel suceso fue un cumplido presagio. Muchos años después, viviendo ya en el cálido clima de Reforma Chiapas, casado y con tres hijos, y mientras hacía un recuento del pasado, quise saber más de aquel magnífico suceso que resultó ser un vértice en mi vida. La investigación me condujo al cometa Ikeya-Seki que fue considerado uno de los más brillantes de la historia porque se pudo ver en plena luz del día. La comunidad astronómica de aquel tiempo consideró su paso por la tierra como un suceso histórico único. 

lunes, enero 27, 2014

Las batallas en el desierto

Ayer revisando el Twitter me enteré que murió el escritor mexicano José Emilio Pacheco. Recordé que hace un par de años leí su novela corta "las batallas en el desierto" En ella, un adulto llamado Carlos nos cuenta la niñez que vivió en México en 1948. Me encantó leer esta novela. Sin dudarlo empecé a leerla otra vez como humilde tributo a su creador. Esta novela, como tantas otras en la literatura, cuentan simultáneamente más de una historia. No fue la trama principal lo que me cautivó en esta novela. Más bien fue lo que poco a poco se desprende de esa trama principal: la moral y la ética de la clase media mexicana a mitad del siglo pasado. Ética y moral que también viví en Jalisco en 1966. Todo mexicano debería leer esta novela más de una vez. Con cada nueva lectura surgirá mágicamente una nueva historia que seguramente habíamos pasado por alto en la anterior. Leer un libro es como hacer gran turismo. Puedes recorrer las ruinas de Palenque en un par de horas, en un par de días o en un par de semanas. Las experiencias serán distintas. Lo mismo sucede cuando leemos un libro de literatura. Podemos leerlo en un par de horas o en un par de meses. Aquí la velocidad sí importa y ambas afectan el resultado. Una justificación muy socorrida para no leer es pensar que nuestro tiempo vale mucho como para desperdiciarlo en una posición supina con un libro entre las manos. Si no agrega un peso más a nuestra cuenta bancaria entonces no vale la pena. Este razonamiento no es correcto y suele ser la causa principal de muchos futuros dolores de cabeza.

domingo, enero 19, 2014

Por los caminos del sur

Ya estamos instalados en Mérida. Nubes blancas, cielo azul y aire limpio. El trayecto no me decepcionó. Desde Frontera Tabasco hasta más adelante de Champotón Campeche avanzamos con el mar turquesa a mano izquierda y una densa fronda verde a la derecha. Este tramo de autopista es una larga costanera separada del mar solo por una playa de arena blanca sembrada de palmeras chaparras y palapas rústicas con techo de palma de guano. Toda la costa es un vivero de aves: cormoranes, pelícanos y gaviotas. Algunas de ellas vuelan en círculos escudriñando el agua como a diez metros de la superficie concentradas en procurarse su porción diaria de alimento. Los pelícanos tan pronto localizan a su presa se lanzan en picada tras ella plegando sus alas fracciones de segundo antes de estrellarse contra el agua. Es una bonita coreografía realizada con mucha precisión y que solo se logra a través de centenares de repeticiones. Otras aves descansan en la cima de una larga hilera de estacas que los pescadores entierran en el mar como a 15 metros de la playa para asegurar sus lanchas después que terminan la jornada de pesca. Las gaviotas son oportunistas y muy aficionadas a robarle su comida a los demás. En Tabasco, a las personas que no llevan lonche al trabajo y gustan comer de la de otros, se les suele llamar gaviotas. El único tramo carretero que está en pésimas condiciones (baches de todo diámetro y profundidad) es el de Villahermosa a Ciudad del Carmen, que atraviesa parte de la Reserva de la Biosfera Pantanos de Centla, que es una área protegida. Este tramo de (mal llamado) carretera, se debe transitar con sumo cuidado si no se quiere terminar llantas arriba en medio del pantano, entre carrizales, tulares o popaleras. No me gustó ver en esta zona, a ambas márgenes de la carretera, a personas vendiendo hicoteas por racimos. Tengo entendido que la protección de la Reserva de la Biosfera incluye también a su fauna, pero aquí en Tabasco así son las cosas. La comida en Champotón no estuvo mal: caldo espeso de pargo y un coctel jumbo mixto con camarón, pulpo y caracol.

sábado, enero 18, 2014

A Mérida

Mañana nos vamos a Mérida. Doña Maty llegó hoy a la casa con su maleta bien dispuesta para el viaje. Kory y su familia nos invitaron para engrosar la comitiva, y como estoy de vacaciones aceptamos el convite. Mañana, después de medio día, estaremos devorando carreteras de Tabasco, Campeche y Yucatán. Los paisajes que se miran por allí son muy bonitos, y más cuando se recorren escuchando el prolongado cuchichear de las olas del Golfo cuando acarician la arena blanca de sus playas. Vale la pena hacer ese dilatado viaje de 8 horas tan sólo por su trayecto, colmado de encantos que mucho agradecen los sentidos, y con la expectativa de zamparnos algún platillo típico yucateco, que los tiene, y muy ricos.

viernes, enero 17, 2014

Una lectora nada común

Terminé la novela corta de Alan Bennett "una lectora nada común". En ella, el autor se aventura a predecir, con los recursos que la fantasía pone a su disposición, lo que sucedería si de pronto la reina de Inglaterra se convirtiera en una lectora asidua. La narración sigue de cerca los cambios que esta nueva afición producen en su vida y en su ánimo, así como en su entorno. Muestra de paso, el férreo protocolo al que se deben ceñir los monarcas en el cumplimiento de sus responsabilidades, además de enumerarlas y de explicarlas. En fin, es una novela de lectura fácil y rápida que recomiendo a los interesados (o a los no convencidos) en conocer el potencial transformador que la literatura pone a disposición de los seres humanos.
Nunca es tarde para empezar a interesarnos en la lectura. Yo mismo fui un opsímata* (no se asusten por la palabra, yo también la acabo de descubrir, me la presentó la reina en este libro; por consiguiente, no pierdan tiempo buscándola en el diccionario: no existe).
*Opsímata: Persona que aprende tarde en la vida.

Citas del libro:
...la clave de la felicidad es no creerse investido de ningún derecho.
...no puedo elevar mi corazón hasta mis labios (Shakespeare).
Leer no es actuar.
No pones la vida en los libros. La encuentras en ellos.
¡Los libros son maravillosos! Nos ablandan.
A los ochenta las cosas no suceden, se repiten.
Decir que se esta por encima de la literatura es como decir que se esta por encima de la humanidad.

martes, enero 14, 2014

La colonia las garzas

Gladis y yo fuimos a Reforma a visitar a su mamá. Antes pasamos a la casa de las garzas para que dish se llevara por fin sus aparatos a la fregada. Fue para Gladis un periplo desagradable convencer a los empleados de esta voraz compañía para que se llevaran sus equipos. Al exhorto tajante de Gladis de "llévense el equipo porque ya cancelé el servicio" recibía siempre chapuceras y evasivas réplicas, tales como ¿No está usted contenta con el servicio? ¡Llevamos e instalamos los equipos a donde usted nos indique! ¿Ya levantó su reporte? ¡Estamos en espera que México nos confirme! ¡En este momento no tenemos técnicos disponibles! Admiré la paciencia estoica con la que Gladis, por enésima vez, tomaba el teléfono y aguantaba por espacio de diez minutos los viles y poco éticos artilugios mercantiles de esa monstruosa y nefasta compañía. Eso sí, cuando contratamos el servicio, casi nos secuestran para que los lleváramos a casa al instante a instalar el equipo; no sea que nos fuéramos a arrepentir. A partir de esto, vinieron los dolores de cabeza para nosotros, sobretodo con los implacables y excesivos cobros moratorios cuando nos pasábamos una hora de la fecha límite de pago. Cuando menos lo esperábamos, ¡zas!, ya nos habían cortado la señal. Si me preguntan ustedes mi opinión respecto a dish les diré que es una compañía que brinda un servicio francamente depredador. Así, sin más. Un carnívoro que devora carne, huesos y pellejo.
Bueno, pero este no era el objetivo de mi entrada, sólo que me entraron de pronto unos deseos irrefrenables de despepitar contra esta clase de negocios. El objetivo principal era hablar del abandono que se ha instalado como dueña y señora en la casa de las garzas. El jardín, antes bien podado y acicalado, se ha convertido en un breñal denso que intimida, y en el que hoy se alojan hormigas, lagartijas, arañas, y toda clase de insectos rastreros y voladores. Mi gardenia, antes soberbia y mimada (feliz y modosita como la bella y delicada flor del principito) muestra ahora unas hojas marchitas de tristeza que se aferran desesperadas a unos palos negros de tanto moho. El interior de la casa rezuma esterilidad. Así han de oler las tumbas de los faraones del antiguo Egipto cuando se abren por primera vez. El comején, plaga más resistente que las cucarachas citadinas, ha invadido sin ninguna resistencia y reticencia el baño de las visitas. Esta casa, conquistada ahora por el ingrato y egoísta olvido, ahogada por el polvo fino del descuido, y aterida por la omnipresente humedad que en estas latitudes nunca falta, fue el escenario en el que representamos durante muchos años los hechos de nuestras vidas: Kory, Pedro, Ale, Gladis y Yo. Aquí compartieron sus vidas con nosotros nuestras entrañables mascotas: Niño (perro bóxer), Patón (perro basset hound), Paco (loro), las Gordas (cuyos) y Pachis (gato). Niño y Patón se quedaron cubiertos con la tierra negra de nuestro jardín, hermanados para siempre por ella, descansando en paz bajo la sombra de unos altos y robustos cocoteros. Muchos de mis estimables recuerdos tuvieron origen en el interior de estas vigorosas paredes. Estando aquí escucho con resuelta nitidez, los ecos de aquellas voces nuestras que aún revolotean y rebotan en cada una de las esquinas. Llegan a mi con la misma vitalidad y vehemencia con que se dijeron en aquellos remotos años.

domingo, enero 12, 2014

Alex y sus incursiones en la ciudad

Ha caído mucha agua del cielo últimamente. Yo creía que el agua solo salía de los grifos y de los garrafones. He visto que de ahí la coge mi mamá para llenar la palangana azul en la que luego me mete para quitarme la tierra que se me ha pegado en el cuerpo. No acabo de entender bien la razón de esta rutina puesto que no soy de los niños que anden por ahí retozando a cada rato sobre el lodo. Dios me libre de semejante batición. Cuando mi mamá sale de casa en el coche siempre me lleva con ella. Antes me ajuarea con mi camisa roja de lana a cuadros y me ajusta luego los tirantes de mi pantalón azul de perchera; me acicala y me retoca hasta lograr que todo esté en su lugar. Mi tío Pedro dice, con un dejo de risita, que me parezco al menonita que vende quesos en la honorable y muy famosa glorieta de la chichona. Vestido de esta forma, me monta en el asiento trasero del coche y me arrellana en el portabebé, me lía con mantas y cobertores y me cruza el pecho con cintas muy apretadas hasta que me deja amarrado como un tamal de chipilín o de caminito. La primera vez que hizo conmigo esta maniobra me asusté un poco porque pensé que luego me iba a meter a la vaporera, que es el paso siguiente que he visto hacer a mi abuelita Gladis cuando le da por cocinar tamales de masa colada. Después de esta rutina, que ejecuta meticulosamente mientras se muerde la lengua, nos echamos a andar por las calles de Villahermosa, que reverberan de agujeros escondidos en unos charcos muy orondos. Circular por ellas es como jugar el juego de minas: tienes que elegir el charco que no tiene hoyo para poder continuar. Este juego es muy difícil porque casi todos los charcos tienen hasta dos o más agujeros. Entre salto y salto avanzamos poco a poco. A veces el viento me trae desde el exterior voces apretadas de jaculatorias y aves marías. Entonces sé que alguien corrió con suerte y le tocó otro charco con premio. Esto de ir salte y salte a cada ratito a mí me parece muy divertido. Ahora entiendo a los sapos que gustan de andar entre el zacatal avanzando en pequeños saltos. Al menos esto es lo que he visto hacer a los que viven en el jahuactal que colinda con mi colonia y que a veces veo saltar jubilosos en nuestro jardín. A veces, mientras avanzamos por la calle, veo grupos de gente con mamelucos rojos o anaranjados alrededor de algún charco que cubre con buen ánimo y mucho disimulo su respectivo agujero. Ellos se entretienen haciendo que un camión cisterna, siempre sediento, se beba con un popote muy grueso que parece gusano, el agua del charco hasta que lo deja seco. Bueno sería que mi mamá me permitiera estar con ellos para que, con mi pala y mi cubeta les ayudara en ese divertido juego. De este modo las restregadas diarias que me da dentro de la palangana azul tuvieran su razón de ser. A mi mamá no le hace mucha gracia este juego de tahúres que nos obliga a avanzar entre tanto zangoloteo. Casi nunca le tocan los charcos sin hoyo. Le he oído soltar uno que otro juramento contra el Ayuntamiento que según dice, es el responsable de este juego del demonio. Yo me imagino al Ayuntamiento como una oficina grande en la que un montón de gente se pone a discutir presentaciones mientras beben un cafecito negro muy sabroso a pequeños sorbos. Después de muchas donas y cafés adentro de las tripas, terminan por ponerse de acurdo en las presentaciones de ese día, entonces, empiezan a repartir órdenes a los trabajadores para que lleven al siempre sediento camión cisterna a tomar agua a tal o cual charco que, según los últimos reportes de inteligencia, esconde algún hondo agujero. Seguiré informando.

sábado, enero 11, 2014

Diálogo en épocas de mi abuelo

Allá por el año de 1934, en el municipio de Huejuquilla el Alto Jalisco, epicentro de la guerra cristera.

...Luego ya la tertulia de convites.
- Comadritas todas, aquí guaices para taquear.
- Órale, mayor Tejeda: agarre gorditas de cuajada.
- Mire nomás, que anaranjadas me salieron, tal como deben ser.
- Que ronde esta calabacita en melaza.
- Yo solo traje tamales de requesón. Anden, agarren.
- Son de los meros meros. De los horneados en hojas de roble.
- Aquí jocoqui con salsita de piquín verde. No se hagan remolones.
- Gracias, Rosenda. Mejor me quiebro estos machitos.
- ¿Quien gusta aguamiel de la Guacamaya? Aguamiel, aguamieeeel.
- ¿No les cuadra la temachaca? Son tiernitos los cogollos de guaiz.
- Páseme pinole, para el atolito de los niños.

Diálogo de la novela "Rescoldo: los últimos Cristeros" de Antonio Estrada.

domingo, enero 05, 2014

Seis meses cumplidos

Soy Alex. Tengo seis meses cumplidos. Mi avance en el descubrimiento del nuevo mundo va viento en popa. Bien lejos de arrecifes y escolleras. He aprendido a reírme de las zalamerías que me confeccionan las personas, como las que me hacen mi tía Alejandra y mi abuelita Gladis. Las que me hace mi abuelito Mauro no tanto. Sus coreografías tienen el grácil movimiento de un hipopótamo con tutu y moño de tul. A las personas les gusta verme sonreír y que les haga aspavientos y gorgojeos. Me encanta mover mis pies y mis manos aunque una vez encarrilados ya no los pueda parar. Se detienen sólo si les da su muy regalada gana. He aprendido también a emitir sonidos con mi garganta aunque no siempre me salen cuando yo quiero. Por más que puje. He querido simular las fragorosas carcajadas de mi papá pero aún estoy muy lejos de conseguirlo. Todo lo que me sale es un remedo insípido de risa de Santa Claus con adenoides. Lo más sobresaliente que tengo para contar es que a mi mamá le ha dado por meterme a la boca cucharadas de distintos mazacotes. Algunos de esos brebajes me han parecido francamente incomibles y su sabor me ha repelido tan hondamente que mi aversión por ellos durará toda la vida. Estos dones del presagio y la premonición segurito se los debo a mi abuelita Gladis. Ahora estoy en pleno descubrimiento del mundo a través de mis recién descubiertos cinco sentidos. Estoy en la etapa en que llama poderosamente mi atención cualquier sonido. Mi interés por el conocimiento (como ya dije, soy una persona con grandes aspiraciones) toma el timón para buscar la fuente que los produce. Entonces sucede el milagro ¡la relación entre ellos (causa y efecto) quedará estampada en mi memoria para siempre! Serán algo así como el yin y el yang, o como el yunque y el martillo. Mi abuelito Mauro dice (ya saben como es él), que estos ítems emparentados, que permanecerán vinculados para siempre en mi memoria, serán posteriormente mis futuros paradigmas. Después de que este milagro de asociación se produce soy capaz de imaginarme a Rina parada sobre sus patas traseras, con su lengua de fuera y sus ojos como dos huevos duros solicitando mediante un estrepitoso guá-gua que le lancen su juguete favorito, todo esto sin siquiera voltear a ver la escena. En esto se me va el día. Guardando en los estantes de mi biblioteca (que espero algún día, si de relaciones se trata, sea tan grande y tan famosa como la de Alejandría) las asociaciones y las onomatopeyas que me facilitarán algún día el laborioso trabajo de comprender los entrecijos del mundo y resolver los acertijos que me impongan mis iguales. Jijijiji, tengo algo que confesar, jijijiji. Estoy en pleno conocimiento y aprendizaje (y práctica correspondiente) del sutil arte de conseguir lo que me place. Es bien fácil. Sólo es cuestión de desgañitarse y patalear como poseso. No hay corazón filial capaz de resistirse a este calibre de obuses por más de 30 segundos. Seguiré practicando hasta hacerme digno de un Óscar, o cuando menos de obtener una mención honorífica. Los mantendré informados.

Don Emilio

El jueves murió la esposa del hermano Emilio. Fue la noticia con la que me recibió Gladis el viernes cuando llegué del trabajo. Recordé de inmediato la cara alegre de Don Emilio de 20 años atrás, mientras trabajaba en la construcción de nuestra casa de Reforma, y las incontables aventuras que Pedro vivió a su lado teniéndolo como ayudante de albañil advenedizo. Recordé también la última vez que lo saludé. Fue el día en que velamos a mi suegro Don Lucio. 20 años transcurrieron sin vernos. Él y Pedro se reencontraron ese día. Ambos se dieron un gran abrazo y recordaron juntos las aventuras de trabajo que vivieron en aquel tiempo. La diferencia de estatura entre ellos me hablaron del largo tiempo transcurrido desde entonces. Mientras escribo esto, me llagó con luz vagabunda y con sabor a tiempo la imagen del niño Pedro cuando corría por la calle de Mariano Abasolo de Reforma Chiapas totalmente en pelotas. Tenía entonces como 3 años. Gladis pasaba vergüenzas, y su cara recorría todas las tonalidades del rojo, cuando lo veía corriendo sin ropa por la calle. Lo hacía con desparpajo, con la inocencia innata de los niños, gozando de cada cosa nueva que encontraba, y si era desarmable mucho que mejor. Su atuendo, en aquellas tropelías, lo componían apenas los zapatos y la melena rubia que el viento le alborotaba. Su rebosante curiosidad nos hizo pasar (a nosotros y a Don Emilio) no pocos sustos. Como aquella ocasión en que cogió la clavija que yo acababa de cortar a una extensión eléctrica (con un cabo de la propia extensión como de 2 centímetros conectado a ella). Unió los dos cables de la clavija y así la conectó a un contacto de la pared. El flamazo del corto circuito le quemó las pestañas, las cejas y la melena. Abrió también el interruptor principal de alimentación dejando la casa a obscuras y a Pedro en un grito continuo a todo pulmón. O aquella ocasión en la que, en pleno proceso de una de sus infatigables invenciones, se pringó los ojos con pegamento cola loca. Él mismo salvó su vista al echarse abundante agua en los ojos mientras su mamá llegaba para llevarlo a emergencias. O la ocasión en que metió la mano en una suajadora con hojas filosas (especie de molino) y luego él mismo le dio vuelta a la manija. Afortunadamente, soltó la manija en cuanto sintió el dolor del machucón, dejándole la aventura solo un hematoma en un dedo que le hizo perder la uña. Ahora, la tragedia que vive Don Emilio por la muerte de su esposa Doña Elvia, me hizo recordar esa etapa de nuestra vida en que nos unió el destino, mientras él construía nuestra casa de Reforma Chiapas. Casa en la que ahora vive sola mi suegra Doña Matilde. Lo que siempre he admirado de Pedro es su capacidad para aguantar callado las reprimendas que se ganó, justas o injustas, el estoicismo que tiene para aceptar las críticas, buenas o malas, y su aplomo y voluntad para aceptar sin aspavientos cualquier negativa a sus deseos. Hasta ahora, no se le pueden aplicar los epítetos de sedicioso y díscolo, y espero que nadie se los aplique nunca. Cuando sepa esta mala noticia de Don Emilio, seguro se pondrá triste.

viernes, enero 03, 2014

La velada

Pedro, Ale y Yo nos quedamos platicando hasta la 1:30 de la madrugada. Platicamos sobre todo de las ventajas que trae aparejada la actividad de la lectura. Siempre intenté iniciarlos en esta loable actividad aunque siempre obtuve pírricos resultados. Cada vez que Pedro se va a Guadalajara se marcha siempre muy motivado con la lectura. Pero siempre sucede que a la hora de poner el pie en suelo tapatío se olvida de su propósito. Esta vez no fue la excepción. Me solicitó que le recomendara algunos libros para leer. Le recomendé las novelas "tardes con Margaritte", "el curioso incidente del perro a media noche" y "la conjura de los necios". Esta última novela le interesó porque, a propósito de sus réplicas o comentarios, lo comparé (opino que injustamente) con el personaje principal de esa novela "Ignatius Reilly". Conversamos de la dificultad que el ser humano a tenido a lo largo de la historia para formarse una opinión propia de lo que sucede en su país y en el mundo. Coincidimos en que la mejor forma de atender este problema es leyendo las experiencias de vida que nos legaron la personas que nos antecedieron. Cada uno de ellos nos transfiere el conocimiento de los problemas que les tocó vivir y la forma en que sus contemporáneos los resolvieron. Toda novela, sin importar su clasificación, contiene información valiosa si se sabe como buscar.